Por Mariana Pinto
Me dirigí al final de la Avenida Petapa para conocer la meca del mundo de la lucha libre en Guatemala. Mandarinas embolsadas, murales de grafitis y mercadillos improvisados adornaron el trayecto. Con esa luz tierna de media tarde, un desfile de luchadores iba entrando a la arena, rodeados por un séquito de niños entusiastas.
El reggaetón contundente que viajaba por el angosto pasillo de entrada me arrastró hacia un escenario nuevo mundo en donde el centro era un cuadrilátero, el sol era un conjunto de luces coloridas tintineantes y todos eran bienvenidos a encontrar su lugar en las gradas de madera. Pasaron dos peleas entre representantes de los “rudos” y los “técnicos”, antes de que me encaminara a conocer en persona al mítico hombre de máscara blanca y azul metalizado. Su macizo cuerpo vestía todo de negro, con una camisa polo y un pantalón sastre.
¿Cuántos días a la semana eres El Rayo Chapín?
Todos los días.
Ya cumpliste tus bodas de oro portando la máscara, ¿verdad?
(Asiente con seguridad) Ya 53 años.
Al preguntarle de dónde había surgido el diseño de su máscara, me comentó que él mismo se encargó de elaborar el boceto, escogiendo el blanco y el azul porque “el Rayo Chapín no podía llevar otros colores” y empleando el rayo porque en ese momento trabajaba en la empresa eléctrica; sin embargo, el que le dio la forma final fue el Genio de las Máscaras “que en paz descanse… porque ya no existe”, agregó.
Para los enmascarados, dedicarse a lucha libre implica llevar una doble vida. Me comentó que a pesar de que muchas veces esta situación puede tornarse complicada, “mira uno cómo va saliendo para que la gente no sepa que es uno; por ejemplo, me organizaba para trabajar hasta tal hora y después ya me iba a luchar”. El Rayo me confió que gracias a su profesionalismo y cuidado, son muy pocas las personas conocen su identidad; y que las que lo han descubierto, han quedado más que sorprendidas.
¿Cómo comenzó tu entrenamiento para ser luchador?
Yo al principio era aficionado y no sabía nada de lucha libre, pero todos los fines de semana iba al Gimnasio Nacional, donde se realizaba la lucha viernes y domingo. Fue tanto la afición que se me dio que quería ser luchador, entonces conocí a Bobby Rodenas, quien terminó siendo mi maestro. Antes de darme el visto bueno, me llevó allá a lo de Bran (refiriéndose al luchador y fisiculturista Carlos Bran) y ahí me dio la gran zarandeada del año… y como le aguanté, seguimos entrenando.
¿Qué sentiste al ganar tu primera pelea?
Ah pues… se siente muy bonito, porque cuando la gente lo empieza a agarrar a uno, ya es otra cosa (volteó a ver al emotivo público, que disfrutaba del evento dominical).
Electrizando al público con su destreza y fuerza, el Rayo fue ganando un nombre dentro de la celosa disciplina. Con más de medio siglo de carrera, el luchador considera que llegó a poner en riesgo su máscara más de cien veces sin ningún temor porque “teniendo el entrenamiento que llega a tener uno, no da miedo”, expresó con una seguridad inquebrantable.
Este técnico se mantuvo activo desde los 60´s sin interrupción, así vivió la época de auge de la lucha libre viajando por el continente y codeándose con varias de las figuras más icónicas del deporte.” Después de observar meditativo el cuadrilátero poblado por cuatro enmascarados, concluyó tranquilo “la lucha libre ha sido mi vida”.
¿Ahora ya no estás peleando?
No, ya tengo como dos años que no. Creo que la decisión fue: o me retiro entero y con buena salud, o seguir luchando y arriesgarme a salir lesionado.
Un luchador genuino, según el Rayo Chapín, “tiene que sentir la lucha. Sintiendo la lucha, uno la va tomándole cariño, sin importar los golpes y todo”, me dijo con ojos poéticos; “y esto se complementa con el entrenamiento”, que idealmente debe hacerse 3 o 4 veces por semana para amoldar el cuerpo a la lucha libre. Sin embargo, por más preparación que se tenga, las contusiones son inminentes. “Yo me he lesionado de varios lados. Estuve mal de las cervicales… También me quebré un dedo de la mano y no podía evitar esa lucha que tenía programada, y me tuve que vendar la mano para que no se viera el yeso”. Pero alzando levemente los hombros, me dio a entender que estas eran cosas sin importancia, gajes del oficio.
¿Cómo percibes el mundo de la lucha libre en Guatemala?
Bueno pues, se ha tratado de superar ahí sí que el déficit que hay, porque no tenemos muchos gimnasios dónde hacer lucha libre. Esta (la arena Guatemala México) es la que más ha subsistido, y la más grande que hay. En muchas partes se hace en garajes. Y en tendencias, pues han cambiado porque antes se procuraba más lucha de lona, y ahora es más aérea que otra cosa.
Ahora que ya no estás arriba en el cuadrilátero ¿cómo te gustaría que fuera recordado el Rayo Chapín?
Pues que sea recordado como lo que fui. (Porque eres una leyenda a nivel nacional e internacional, agregué) Pues más que nada, siempre he sido profesional, y he querido mucho a la lucha libre.
*Esta entrevista fue publicada originalmente en la revista digital esquisses.net a quienes agradecemos el noble gesto de proporcionárnosla para poder compartirla con ustedes, nuestros amables lectores a quienes invitamos a dar una vuelta y visitar la revista esquisses.net