Por Camilo Villatoro
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…Desnudaron al presidente, y como ya se ha dicho, con ello desnudaron a todos los guatemaltecos, exceptuando a anticomunistas, oligarcas e imitadores, quienes permanecieron vestidos, la mayoría del tiempo con uniformes camuflados de tonos selváticos. El Ejército no fue capaz de defender la soberanía nacional, aún siendo la incursión del caudillo Cara de Hacha más bien ridícula; un agente del servicio secreto del Imperio vino a tierras mayas con la misión expresa de sobornar a los oficiales. También es cierto que esos oficiales no estaban muy contentos con las perspectivas sociales del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas; los sobornos fueron expedidos por si las dudas.

Con esta humillación se inauguró la predominante política nacional de la segunda mitad del siglo XX, muy infame por donde se vea. Tan infame como lo permitieron las dictaduras militares que gobernaron el país por décadas con la venia paranoica del Imperio, quiero decir… de las compañías imperiales, que controlan su feudo así como en la Capitanía General de Guatemala los herederos económicos de los conquistadores y las nuevas burguesías aún de carácter decimonónico son los titiriteros del status quo, y por lo tanto, amos en la sombra. O sea que los presidentes en la Capitanía son mayordomos de la burguesía nacional y funcionarios especiales del emperador estadounidense, que a su vez es mayordomo de los Rockefeller y asociados. Esto permite, entre otras cosas, que cuando el pueblo se rebela por equis razón, exija la cabeza de los gobernantes y no de sus financistas.

Resentimientos aparte… (hay que ser sarcástico de vez en cuando), se debe decir que los anticomunistas no estaban muy seguros de lo que era comunismo, puesto que muchas de las miserias que se decían acerca de éste resultaron verdad dentro del fascis… digo… capitalismo. Pero eso no importaba mucho, en esos momentos era más importante hacer uso de la herencia inquisitorial de la Colonia para censurar toda producción intelectual que oliera a vodka y sonara a balalaica, entre ésta la del afamado Dostoyevsky. Para suplir la carencias de literatura en la educación pública, optaron por los mediocres autores anticomunistas, inclinados a narrar dramas hollywoodenses en un contexto de finca guatemalteca (por finca también se entiende «enorme porción de tierra selvática»). Lo de mediocres no lo digo yo, sino Seymour Menton, crítico literario nacido en el Imperio que catalogó a estos autores como criollistas anacrónicos. Por nacer en el imperio su opinión debiera resultar obviamente válida para los anticomunistas, que ven en los ciudadanos imperiales a los abanderados de la libertad y del progreso de la civilización cristiana.

Algunos connotados anticomunistas se han visto traicionados por la política imperial, ya que como han dicho funcionarios del Imperio en distintas ocasiones: no tenemos amigos, sólo intereses. Afortunadamente, Dios parece conceder el don de la demencia senil a los dictadores sanguinarios, para evitar más sodomía en las cárceles tercermundistas. Como se sabe, estos panecillos no hicieron más que cumplir órdenes; entre ellas, terminar con la tarea empezada por la contrarrevolución: contrarrestar los efectos del Decreto 900 de reforma agraria, exterminando a la población que amenaza con expropiar algún días las tierras heredadas de la acumulación colonial.

No se piense que con lo dicho se intenta una apología acrítica del presidente derrocado en la gesta contrarrevolucionaria. Pero no señalaré sus errores, con toda la impunidad que me confiere la noción de que la historia la escriben (como yo) los que tienen oportunidad de contarla.

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