Miriam Reyes es una poeta nacida en Ourense en 1974. Hija de gallegos, a los ocho años emigró a Venezuela y residió en Caracas hasta los 21 años. Ha publicado los libros de poesía Espejo Negro (DVD, 2001), Bella durmiente (finalista del XIX Premio de poesía Hiperión, 2004), Desalojos (Hiperión, 2008), Yo, interior, cuerpo: Antología poética (Argentina, 2013), Haz lo que te digo (Bartleby, 2015), Prensado en frío (Malasangre, 2016) y Sardiña (Chan da pólvora, 2018). Sus poemas aparecen en antologías como Feroces: Radicales, marginales y heterodoxos en la última poesía española (DVD, 1998), 25 poetas españoles jóvenes (Madrid, Hiperión, 2003), Sombras Di-versas (Vaso roto, 2017) y Centros de gravedad: Poesía española en el siglo XXI (Pre-textos, 2018). Presentamos una selección de varios de sus libros y un poema inédito. Tomado de https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-miriam-reyes/ |
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primero se me hizo el mundo pequeño
luego yo me hice tan pequeña
como una ciruela en algún lugar
entre las paredes de mi estómago.
Tantas veces bajé buscando
trastos viejos a este sótano
que me quedé dentro
lejos muy lejos
de hombres y ventanas.
Aunque quisiera
ya no podría ver nada afuera.
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Amar la nieve no me ayuda a resistir el frío
Desmonté las calles una ciudad tras otra
para alimentar el fuego
y me puse a vivir
entre las hogueras.
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De todos los extranjeros fue el primero en llegar
Tres mil kilómetros de océano hasta tu cama
guiado por el hilo de tu voz que repetía:
esta vez llegaste a tiempo.
No había nada en su vida más urgente que la tuya.
Frente al cristal dice que quiere guardar el periódico de hoy
como ya hizo con su padre.
El día que tú moriste murieron todas las flores
la bolsa subió se consiguieron importantes avances en seguridad marítima]
un coche entra a toda velocidad en una finca
y mata a cuatro personas que tomaban café en la terraza.
Si la vida es el cuerpo
(esa cápsula tan frágil)
tuviste fortuna
tu vida se extendió hasta los hijos de tus nietos.
No lo siento por ti lo siento
por nosotros:
alguien que nos amaba ha muerto.
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Te tengo todo marcado
como un yacimiento arqueológico.
No es extraer los restos de ti lo que persigo
-ruinas de una ciudad tallada en la arenisca-
lo que quiero es penetrarte
taladrar la piedra de tu cuerpo
y este sexo cóncavo de mujer
se vuelve inútil para mi deseo.
Cavo en tu ombligo
para entrar por el flujo de tu sangre.
Vacío mi espíritu como aire en tu boca
y te observo respirarme.
Ya sé que no necesito de piel para tocarte
no es eso
lo que yo quiero es hacerme
una cueva en tu cuerpo.
Flexiono tus rodillas bajo mis axilas
como los brazos de un taladro.
Las aceras que rompo
son las de tu calle.
Con mis pestañas barro
el polvo que levanto de tu frente
y no me detengo hasta que soy tú
y tu sexo es el mío hasta que soy yo
quien está dentro.
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No tengo casa a la que volver
ni esperanza de la que colgarme
por eso camino.
Las casas se derrumban a mi paso
la tierra es una alfombra de escombros.
Me detengo a admirar la belleza de las palas mecánicas
los movimientos de las excavadoras me erizan de deseo.
De noche las contemplo:
los perfiles inmóviles de las palas
descansando sobre el cielo azul cobalto
al lado de la luna de luz nacarada
son aún más hermosos que los brazos de los hombres que las manipulan
y las excavadoras
con sus enormes bocas abiertas y llenas todavía
de tierra y escombros
parecen enormes animales muertos.
Mis padres me enseñaron a no tener nunca nada.
Ellos me enseñaron a no volver nunca a casa
a no decir nunca esta casa es mía
aquí me quedo yo
en este lugar que amo.
Cierro la puerta y no necesito mirar atrás para saber
que la casa ya no existe más.
En ninguna parte sin hablar con nadie estoy
pero si nos cruzamos
puedo enseñarte a caminar sonriente sobre la desolación.