La poeta Bárbara Calderón Romero (Santiago de Chile, 1960) reside en la sureña ciudad de Concepción. Se desempeña en todos los ámbitos de la poesía, aunque tiene especial apego por la estrofa de diez versos. Fundó los blogs La décima tiene nombre de mujer y 3 mujeres nuevamente, alrededor de los cuales funcionó todo un movimiento de escenificación poética con participación fundamental de las féminas y un significativo valor cultural comunitario. Es autora, entre otros, de los libros Territorios de silencio, Reloj de la luna hiena y Confuso incidente. Aquí les dejamos versos de su poemario Por prohibido que sea (Milésima erótica). |
Ya mi lengua es una aguja punta roma
que hilvanando va los bordes de tu piel.
Ya mi lengua es la tijera en el papel
que perfila en tu silueta una paloma.
Ya mi lengua es una fusta que te doma
latigando tus galopes en mis ancas.
Ya mi lengua es esa erótica potranca
relinchando en los dominios de tu boca.
Ya mi lengua es esa intrusa que provoca
que derrames sobre ella mieles blancas.
Ya mi lengua es la tenaza que te estruja
cuando accedes a entregar tus bebedizos.
Ya mi lengua es la babosa en pasadizos
que reptándote una estela te dibuja.
Ya mi lengua sobrevuela como bruja
las llanuras de tus íntimos detalles.
Ya mi lengua es andariega de tus calles,
de tus montes, de tus tibias hondonadas.
Ya mi lengua es la serpiente descuerada
que bifurca lengüeteos por tus valles.
***
Una lengua, un labio tibio, una saliva,
unos dedos andariegos recorriendo
con su roce. Los gemidos conteniendo,
un espasmo naufragando a la deriva.
Un silencio que antecede y que cultiva
las palabras como granos y semillas,
un placer que se refleja en las mejillas
sonrojadas de pasión desvergonzada,
un sudor que huele a piel recién tocada,
un desborde traspasando las orillas.
Un temblor que vuelca el agua de un océano,
una aguda convulsión del cuerpo entero,
una oscura desazón, un desespero,
una bestia bebiendo agua de su mano.
Y en la erótica oración de dos profanos
los orgasmos se presagian como rezos
que se arrancan de la boca si los besos
acompañan esa fiera eucaristía
de su cuerpo y de mi cuerpo en agonía
comulgando en los altares inconfesos.
***
El me invade, me conquista, me amenaza,
me atropella, me acaricia, me dibuja,
me revienta entre sus manos cual burbuja
y pasea por mi piel como en su casa.
Él modela con su tacto mi argamasa
esculpiendo figurillas de deseo,
él va ciego percutiendo ese fraseo
de una música que brota de mi centro,
sin mirar él se introduce en mis adentros
y se encierra en mis mojados mausoleos.
***
A rebato las campanas de mi pecho
si cabalgo sobre su anca enloquecida,
rumbo a aquella guerra tan reconocida
que se libra entre las sábanas de un lecho.
Y una luna vouyerista sobre el techo,
sonrojada del reflejo en la ventana,
abanica sus calores puritana
y con dos manos de luz su sexo toca
y se escucha allá en el cielo la voz loca
de una luna onanista y bataclana.
***
Va subiendo por mi piel
como húmeda babosa,
en mi cuerpo él se posa
como tinta en un papel.
Son sus dedos el pincel
que acuarela mis placeres
sobre los amaneceres
de mis erectos pezones
y su boca en mis rincones
salmodiando misereres.
Baja ya desde lo alto
como un ave a ras de suelo
y mi piel refleja el vuelo
como luna en el asfalto.
Yo me rindo ante el asalto
de su cuerpo sobre el mío
y un rumor de escalofrío
estremece mi existencia
cuando vacía sus escencias
en mi ansioso sembradío.
***
ABANÍCAME LOS FUEGOS QUE ME APAGO
Un fuego furioso arrasa
la comarca de mis flores,
se encenizan sus colores
sus pétalos se hacen brasa.
Mas, tu madera es escasa,
y la lluvia es inclemente,
crepita este fuego ardiente
por no perder su fragor,
se va a apagar esta flor
tardía o tempranamente.
Das limosna a mi fogata,
tan sutil es tu soplido,
que mi incendio enardecido
se muere solo o lo matas.
Ya tus amarras desata,
no lo dejes para luego,
que de este perverso juego
me inunda ya su torrente
y me extingue lentamente:
¡Abanícame los fuegos!
***
Vulnera su piel de flama
con aguas de su deseo,
su gemido es el gorjeo
de una paloma que clama
porque se avive esa llama
cenicienta. Y se abanica
a sí misma. Reivindica
los placeres más humanos.
Se van quemando sus manos
del fuego que la lubrica.
***
Destila lluvia de Junio
circundada de reflejos,
un círculo que a lo lejos
anuncia su plenilunio.
Disipa los infortunios
con su negro cortinaje,
aúlla loba salvaje
tu tembloroso gemido,
hazte ceniza en el nido
entre sábanas de encaje.
Deja olvidado tu traje
de viuda negra en la luna,
húndete en esa laguna
y bebe de su brebaje.
Imprégnate del paisaje
que te envuelve en su ternura,
delinea ya las alturas
con la palma de tus manos
y en ese jardín humano
desata tus ataduras.
***
A la orilla de la chimenea
antesala de un mórbido infierno,
acudí a calentar este invierno
en alguna secreta asamblea.
Tú el Quijote y yo Dulcinea
de la España. Y Miguel de Cervantes
inventó a nuestro fiel Rocinante
para ir de a caballo hacia el cielo
aprobado quedó por el suelo
el carnet de mi oficio de amante.
A la orilla de la chimenea
hay un fuego, un calor, una hoguera,
hay un dulce fulgor, una espera
una fusa, una semi corchea.
Un Julieto amando a Romea,
una duda desnuda en su fuego
un clamor, un rumor, algún juego,
una ropa, una musa, algún gesto,
el pecado venial del incesto
redimido en un lúbrico ruego.
***
Mi piel de polen silvestre
se inclina ante tus abejas,
para que abras las rejas
de mis caminos agrestes.
Su luz la luna nos preste
e ilumine tus regresos
a otros amores confesos
que te arranquen de mi piel,
y a mí me dejes la miel
que coseché de tus besos.
Selección de textos Roberto Cifuentes Escobar.