Lizardo Porres Velásquez

Prólogo
La formación humanista e intelectual de José Manuel Fortuny fue inicialmente nacida en las aulas de la Escuela Normal Central para Varones, centro pedagógico que durante muchas décadas del siglo veinte representó el faro que guio la educación nacional. No debe olvidarse que a finales del siglo XIX, es posible que en Guatemala haya nacido El Modernismo, movimiento literario abanderado por Rubén Darío, quien residió en nuestro país, y de los connotados escritores José Martí, Enrique Gómez Carrillo, José Santos Chocano, y otros más.
Es José Martí, ícono de la libertad de América, quien siendo catedrático de Filosofía, de la Escuela Normal, fecundó en las generaciones posteriores el interés y el amor por las corrientes vanguardistas de los grandes escritores e intelectuales europeos como Rousseau, Voltaire, representantes del teatro clásico francés, el pensamiento hegeliano, y otros pensadores más. No está de más que en dicho centro educativo del Estado, el expresidente Juan José Arévalo se graduó de maestro en 1922.
José Manuel Fortuny se formó en la Escuela Normal Central para Varones y no hay duda de que el pensamiento y las ideas vanguardistas de esa época, incidieron en su visión sociológica, cultural y política de los cambios que se daban a nivel global dentro del contexto geopolítico. En cambio, Árbenz, como lo describe el autor de la novela Tiempos Recios, se vio superado por las reflexiones de quien se cultivó en el elíxir ideológico e intelectual del pensamiento de la época.

 

Los tiempos cambian, aunque no sean recios, vigorosos y rígidos. Los actores son hijos de su tiempo, y los lectores de la novela Tiempos Recios, de Mario Vargas Llosa, son los verdaderos propietarios del documento, porque perdurarán.

Acercamiento crítico

En los últimos años, en Guatemala no había despertado tanta fiebre crítica (no literaria) la publicación de una novela como la suscitada por Tiempos Recios, de Mario Vargas Llosa, desde analistas de la historia documental contemporánea, hasta juristas, periodistas y algunos políticos y politólogos. No faltó determinado interés y colectivo socio económico y académico que se ha interesado en la histórica convulsa situación sociopolítica de la década de los cincuenta del siglo pasado, que también se ha sumado a verter opinión. Creo que no todos los críticos y estetas literarios se han atrevido, tal vez después lo harán.
José Manuel Fortuny, desde el análisis literario y estilístico de la novela, no es un personaje que se desarrolle en la trama de la misma, como sí es Jacobo Árbenz Guzmán, Carlos Castillo Armas, Johnny Abbes García, Martita Borrero Parra, Enrique Trinidad Oliva, y otros personajes más. Fortuny no aparece en la novela para desarrollar una función en el encadenamiento causal de las acciones, pero sí con suficientes predicados intelectuales para incidir en las decisiones del Presidente Árbenz, ya que le redactaba sus discursos e incidía y proyectaba valiosa influencia política. No es Fortuny, estilísticamente, un sujeto de proposición narrativa, representa a la persona, según la modalidad propia de la ficción que Vargas Llosa encontró en los documentos investigados y le dio vida en la novela.
El primer acercamiento que el narrador de la novela Tiempos Recios presenta de Fortuny, dice así:
“Jacobo Árbenz y María Vilanova, recién casados, (…) siguieron reuniéndose con aquellos intelectuales y artistas, muchos de los cuales habían sufrido persecución y hasta cárcel y exilio por sus ideas políticas. (…) José Manuel Fortuny, normalista, periodista y político que sería primero, dirigente del PAR (…) y luego, uno de los fundadores del Partido Guatemalteco del Trabajo.” Pág.47. (1)

La anterior descripción que el novelista enuncia es, antes que cumplido social de la vida del fervor antiubiquista, la fuerte influencia cultural que María Vilanova daba a su esposo, como un deseo intelectual que el futuro presidente de Guatemala tuviera grandes amigos de rancio conocimiento y formación humanista.
La presencia de personajes de hace más de setenta años, pero de temas que todavía son objeto de estudio documental, le dan vestimenta de novela histórica a Tiempos Recios. Dicho enfoque diacrónico persiste en la ficción de Vargas Llosa para que resucite el político e intelectual que más huella ideológica imprimió en las decisiones de Jacobo Árbenz. Esa postura de la temporalidad la presenta el autor, y que fue:
“…durante los años del gobierno de Arévalo que se forjó una colaboración bastante cercana entre Árbenz y el abogado José Manuel Fortuny, dirigente del Partido de Acción Revolucionaria que llevó a Árbenz a la Presidencia y quien desde que era estudiante había trabajado con mucho empeño en la caída de Ubico. Sería luego uno de sus asesores más influyentes.” Pág. 53.
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(1) Para el presente estudio se ha utilizado la primera edición, Alfaguara. México 2019.
Con óptica literaria y ahora desde el análisis sincrónico habría que inventar otra novela histórica para otorgarle la dimensión de verdadero personaje al normalista José Manuel Fortuny, pero no con un desempeño narratológico del autor de la obra, sino que con voz y principios dialógicos, aspecto este que le correspondería a los hacedores literarios y no a la crítica o a un conjunto sistemático de opiniones.
Es importante mencionar que Vargas Llosa, durante los días que estuvo recientemente en Guatemala, sólo manifestó posturas políticas, históricas, sociológicas, religiosas, pero muy poco abordó la narrativa de los personajes, como tampoco quienes tuvieron oportunidad de opinar en los diferentes programas mediáticos. Filólogos guatemaltecos que acreditaran la literariedad de Tiempos Recios, y escribieran al respecto se desconoce, porque la novela sí la tiene.

La relación de Fortuny con uno de los personajes principales de la novela se acentúa aún más en la siguiente cita:
“Árbenz y Fortuny, pese a eventuales discrepancias políticas, colaboraron cuando aquél fue Presidente, sobre todo en la ley de Reforma Agraria (la 900). Fortuny cuenta que escribió todos los discursos presidenciales de Árbenz, incluso el de su renuncia al poder, aunque esto último es discutible.” (Idem)
Del capítulo III, en el que Vargas Llosa aborda la relación de Árbenz y Fortuny, dicho tema es objeto del desarrollo narratológico nuevamente en el capítulo IX. Este manejo del tiempo de la historia ya lo había experimentado el autor en una de sus primeras novelas con dicha tendencia, a partir del desarrollo de los personajes de la novela La Ciudad y los Perros (Editorial Seix Barral, Barcelona, segunda edición 1962, Premio Biblioteca Breve). Los capítulos se intercalan en la acción y al final todos convergen con una linealidad temática. En la anterior conjunción estilística del autor, referido al tiempo de la narración, nos atrevemos a sugerir que el hacedor de Tiempos Recios es fuertemente influenciado por la novela escrita por William Faulkner y la poética de otros narradores del siglo veinte.
En la página 96 del capítulo IX, el novelista retoma la amistad entre Árbenz y Fortuny, y deja atrás otras vicisitudes de la trama argumental, no así a los personajes, aunque debe enfatizarse que, estilísticamente, como novela histórica, el verdadero personaje no es ni Árbenz ni Castillo Armas, sino que Martita Borrero Parra, ya que con ella inicia y termina la urdimbre argumental de la historia narrada.

Vargas Llosa menciona que el Presidente Árbenz siempre recordaría a los amigos que gracias a María Vilanova había tenido y de quienes principió a conocer los problemas de la vida socioeconómica de Guatemala, pero que:
“Los pintores, músicos y poetas, pobretones y de vidas bohemias, por los que María tenía debilidad, a Árbenz no le interesaban tanto. Menos, en todo caso, que los periodistas y profesores universitarios, por ejemplo, con quienes discutía de política. Y, entre ellos, Carlos Manuel Pellecer y José Manuel Fortuny, de quienes llegó a ser amigo, si es que Jacobo Árbenz, con su manera de ser tan reservada y su mutismo pertinaz, consiguió alguna vez tener un amigo íntimo. Pero con Fortuny y Pellecer sentía afinidad, preocupaciones comunes; simpatizaba con su franqueza, su desapego a las cosas materiales, y, acaso, también, con su descuido y el desorden en que solían vivir ambos (*es cierto que los contrarios se atraen*, pensó muchas veces). Árbenz nunca se consideró socialista y tomaba siempre con ironía los empeños de Fortuny de formarse intelectualmente leyendo a pensadores marxistas (…) Pero, la verdad, aunque discreparan en esto, los consejos, las ideas y la cultura política de Fortuny sobre todo, superior a la suya, le sirvieron mucho cuando ejerció el poder.” Pág. 96
El vigor hipotético de la relación Árbenz-Fortuny sería, si la historia habría permitido, que el Presidente del Segundo Gobierno de la Revolución le diera vida a sus proyectos reformadores, sin el asesoramiento de José Manuel Fortuny. En este sentido, Vargas Llosa sube brevemente al escenario de la novela Tiempos Recios, a uno de los personajes que le dan fortaleza a la fábula, como una serie de acontecimientos lógica y cronológicamente relacionados que unos actores causan y experimentan.

A partir del capítulo X (de 32 que posee la historia, sin el último apartado, a manera de epílogo, llamado Después) la evolución narratológica del autor, por razones de creatividad y de literariedad académica, deja a un lado a José Manuel Fortuny y no lo mencionará más.
La última alusión narratológica sobre José Manuel Fortuny, que constata Vargas Llosa en la novela Tiempos Recios, está en la página 97, de 353 que integra el documento literario. Los recursos literarios y del método retórico informan de la interioridad del personaje, tal el caso de la etopeya, que nos da a conocer el carácter, las acciones y costumbres de una persona.
“Árbenz conoció a Fortuny durante la Revolución de Octubre de 1944; éste, algo menor que él, tendría unos veinticinco años. Era entonces reportero del Diario del aire, un programa de radio que dirigía el escritor Miguel Ángel Asturias, y tenía fama de bohemio, inquieto, inteligente y valiente. Por lo visto, había entrado a la prestigiosa Escuela Normal a los doce años, pero no perseveró en el proyecto de ser profesor, y tampoco terminó sus estudios de abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos, que había abandonado por el periodismo, más afín a su naturaleza un tanto disoluta.” Pág. 97.

Para concluir con este breve perfil crítico acerca de la amistad, por cierto de muy pocos años, entre Árbenz y Fortuny, el autor narra que una vez el Presidente había leído su discurso de renuncia como mandatario de Guatemala, en junio de 1954, se asiló en la embajada de México. Dicha delegación diplomática fue el destino también de José Manuel Fortuny. A partir de la página 269, el desarrollo temático de la novela los olvida, Vargas Llosa ya no los menciona.

Días después de que Árbenz se exiliara, el embajador de Estados Unidos, Peurifoy, manifestó al embajador de México que deseaba saludar al ex presidente guatemalteco, a lo que éste se negó a recibirlo:
“Pero, en cambio, tuvo la satisfacción de estar un momento con José Manuel Fortuny (…) hablaron unos minutos, hasta que el dirigente guatemalteco reconoció al embajador y enmudeció. Seguía siendo amigo de Árbenz, le confesó, con el que había colaborado estrechamente sobre todo en la elaboración y aplicación de la ley de Reforma Agraria. Peurifoy encontró a un hombre derrotado, con la moral por los suelos. Había perdido muchos kilos y hablaba sin verlo, con unos ojos enrojecidos por el desvelo y los desvaríos. No respondió a ninguna otra de sus preguntas, como si no las entendiera ni oyera.” Pag. 269.
A manera de observación histórica que no está en la novela, Árbenz y Fortuny, a partir de los acontecimientos de junio de 1954, estuvieron exiliados en México. El ex presidente falleció en 1971, sus restos fueron repatriados en 1995, durante el gobierno de Ramiro De León Carpio. Fortuny murió en México en 2005. No dudo que, mientras residieron en ese país, siguieron manteniendo amistad.

 

PRESENTACIÓN

  Estamos a las puertas del año 2022, el inicio de un período propicio para reasumir nuestra vida desde un espíritu creativo.  Si bien podemos fingir que no sucede nada, la fecha es oportuna para dejar atrás nuestros errores y, desde la indulgencia personal, abrirnos a proyectos que nos permitan un recambio en el camino de ser mejores.

En La Hora continuamos con el ánimo de siempre de ofrecerle contenidos de calidad en nuestro afán por ser un medio que favorezca el pensamiento crítico y la búsqueda de la justicia para todos.  No nos complacemos en la maldad de los poderosos ni nos amilanan cuando ejercen el poder.  Y aunque somos vulnerables (porque es propio de la condición humana), nos sobra coraje para enfrentarnos al corrupto y mentiroso.

Hacemos votos para que siga acompañándonos en nuestro proyecto editorial.  Síganos como lo ha hecho hasta ahora y formemos el frente común que urge Guatemala.  El país necesita de ideas que combatan el pensamiento único, el relato ideológico urdido en defensa de los poderosos a expensas de las minorías.

La trinchera que ofrecemos, a partir de las páginas de nuestro Suplemento Cultural, quiere ser el abono que germine en propuestas nuevas.  Filosofías movilizadoras dirigidas al cambio de la realidad.  Propuestas radicales que deconstruyan el sistema injusto para una sociedad incluyente y liberadora.  Quédese de nuestro lado y cerremos filas.  2022 debe ser el año del cambio.

Hasta la próxima.

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