Nicté Serra (Ciudad de Guatemala, 20 de julio de 1969). Columnista, narradora y poeta. Autora del poemario Ánimo aleatorio. Su narrativa y poesía han sido publicadas en distintas antologías: Narradoras guatemaltecas (Santillana), Entre Chapinas I y II (Look Group), Inspiraciones nocturnas (Diversidad Literaria, Madrid), entre otras. Actualmente trabaja en su segundo poemario y una colección de narrativa.
DE NO HABLAR
Tomo tu largo silencio entre las manos
lo acaricio
lo observo con todos mis ojos
los de la niña que sobrevive en el corazón de la memoria
los del abstracto herido que se hace uno con mi cuerpo
los de mi alma desnuda.
Con todas las miradas
busco y rebusco en su misterio.
Quiero saber por qué.
Se acostumbró tu silencio
a sentir el intento de mis dedos por abrirlo
por romperlo en búsqueda de respuestas.
Se acostumbró tu silencio al soniquete de mi llanto.
Se acostumbró a no escuchar.
Mis manos, en cambio
no se acostumbran al estruendo de tu mutismo
no saben hacer familia con
tus mil formas de no hablar.
CUANDO LA MUERTE
Cuando la muerte robe el último aliento
y su boca bese el frío de mi frente
deseo una despedida pequeña
con otro tipo de flor
que no falten en mi alcoba de pino
versos para la eterna lectura
poemas que me cuenten el amor.
Sepúltenme ataviada con huipil de sol y clavel
con simple lona en las piernas y
en los pies
mantos de pura nada.
Abrazada a un pergamino de poemas, colóquenme
sin rígida ceremonia
dentro de un ataúd chico
dibujado con flores
con muchos colores y
si puedo pedirlo,
porque a los muertos se les regala un último sueño
con el canto atemporal
de un mariachi.
“Me voy a quitar de en medio”
la canción de mi escogimiento.
“Recuerda cuánto te quiero,
que desde siempre te quise…”
NO OLVIDA
Ella recuerda
aquellos dedos
sagaces
Tallando veredas
sobre su espalda
eléctricos como hormigas
suaves como listón.
No olvida
el temblor de su piel descubierta en la noche
tampoco el desasosiego
de su corazón.
Ella no olvida el broche
vestido de beso
de beso lento
firmando un pacto
sobre su hombro pergamino.
Tampoco olvida
la hermosura de la luna
ni la danza húmeda
que tras el broche beso
juntos inventaron
sobre la piel de la noche.
¿Cómo olvidar?
Ella recuerda.
Siente.
Amanece del otro lado del tiempo.
Y cierra los ojos.
Y se hace humedad.
Y sobrevive, apenas.
NO CERRÉS LOS OJOS
No escuchés Mariage de amour
así, hermoso
naciendo libre en el vientre madero
de un piano
mientras dos manos lo acarician
hasta hacerlo llorar.
Si la noche es oscura y gigante y cruelmente bella
gracias a la luna
no
no caigás en la trampa musical de Mariage de amour.
No la escuchés si te sentís inmensa
irremediable
tristemente solitaria
toda tú un acorde a destiempo.
No, no oigás un solo compás
si la bruma de la soledad sacude tu interior
desesperada
en busca de una ventana dentro de tu pecho
para huir a otras densidades.
No te enredés en sus hilos de escalas
ni en sus lingotes, blancos y negros
si el libro que descansa en tu regazo
y bebés con la mirada húmeda
te habla de ese asunto extraño
al que llaman amor.
Y si su belleza te arrastra
y si su trino melancólico se vuelve parte de tu cuerpo y no
no es posible evitarla
escuchala
consciente de los estragos
sentimentales
que viajan en su pentagrama
para anidar en el lado oculto de tu corazón.
Si no hay remedio, escuchala
pero por favor
no importa cuánto te lo pidan el sentimiento
o la oscuridad
o la memoria
por favor, si esta noche de belleza cruel
necesitás que Mariage de amour
invada tus confines, no cerrés los ojos
VIGILIA
Se cubre la noche de vigilia
se alarga.
El tiempo, con inclemente lentitud
corre extraño y los minutos
se desbordan impotentes
con rostro de espera.
Uno tras otro
caen de la cama, los minutos
se esconden en el libro
se acomodan bajo mis sábanas
sobre mi cuerpo.
Me enredan el pelo.
Los minutos, despiertos como yo
los minutos casi tan desesperados.
Sonidos conspiran con este largo momento
derraman prodigios de otros tiempos.
La música llega
desde años jóvenes
sacude con frases de poema
me estremece
con un saxofón casi sensual.
El libro habla de poesía, de desamor
siempre presente en la oscuridad
como el pichel de agua
y la certeza del vacío.
Hay tanto de ayer
en mi noche sin dormir
y él no vuelve, otra vez.
Selección de textos por Gustavo Sánchez Zepeda.
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