Marian Godínez
Poeta

El poeta y periodista guatemalteco Gustavo Bracamonte ha entregado a la literatura latinoamericana una serie de poemarios que retratan profundas introspecciones. Si las composiciones se leen de forma independiente, se limita a contemplar la postura del autor ante el objeto que lo inspira, los libros de Gustavo se deben leer en su totalidad, porque es de esa manera como se detecta ese rasgo periodístico que le caracteriza.

Cuando Gustavo Bracamonte mencionó su último proyecto, captó mi atención cuando se refirió al mar como ese gigantesco caracol que lengüetea sobre los continentes y resaltó el poder hipnótico que este ejerce sobre el poeta. Además, hizo una hermosa comparación entre las olas en la playa y la tela transparente sobre el cuerpo delicado de la poesía. En ese momento supe que debía leerlo en cuanto lo tuviese listo.

En la narrativa, el mar ha estado presente de forma directa o indirecta en la vida de grandes escritores. El novelista británico de origen polaco Joseph Conrad, considerado uno de los más grandes escritores modernos, vivió muchas experiencias en barcos y este aspecto dota de innumerables referencias biográficas cada una de sus novelas.

En la poesía la influencia del mar es completamente sensorial. El mar aparece en su totalidad, también escondido en comparaciones sutiles, metáforas elementales y delicadas sinestesias, que permiten vivir las palabras en distintas dimensiones. A lo largo de las páginas de La memoria del mar, se encuentra una recopilación de primera categoría, en la que autores como Whitman, Octavio Paz, Enrique Lihn, Luis Cernuda, Antonio Machado, Nicolás Guillén, entre otros; se refieren de forma directa o indirecta al mar, a las olas, a la playa, a la brisa salada, a la fauna y flora de las costas. Pero, también escribieron versos a la soledad e impotencia que se percibe ante la inmensidad y la fuerza del mar. Al mismo tiempo, el libro nos permite navegar entre las composiciones en prosa de Gustavo Bracamonte, las cuales transitan por diversos lugares, desde una nostálgica infancia hasta, en voz del poeta, descubrirse dios de sus palabras.

Gustavo Bracamonte se dio a la tarea, bajo su dominio periodístico, de recopilar aquellas composiciones que pudiesen preparar al lector, a manera de introducción, tal y como un buen vino prepara el paladar, para presentar su propuesta poética que acompaña el recorrido.

Poco a poco, el poeta se adentra a referencias mitológicas y cosmológicas. Tal es el caso de incluir un fragmento del Popol Vuh como preámbulo de su propia interpretación del mar inicial, ese dador de vida previo al nacimiento. En esta recopilación también encontramos narrativa cuidadosamente seleccionada, brinda la sensación de no separarse de la forma poética de contemplar las circunstancias que atraviesa el hombre y la mujer atado a las limitaciones humanas, en un país y un mundo completamente inhumano. Al llegar a este punto de la lectura el poeta reflexiona sobre los elementos que rodean al mar y lo que somos cuando habitamos por segundos en su dominio.

En cuanto a los temas de la propuesta poética de este libro, puedo mencionar que, comparándolo con poemarios previos, a los cuales he tenido un acercamiento fortuito, como es el caso de Contigo en el tren y Ningún nuevo día, en los cuales el poeta reclama de forma dolorosa al tiempo y lo personifica de distintas maneras. En este libro busca voltear el útero del tiempo y permite que el lector se asome a observar por las grietas dolorosas de las perdidas más significativas para el poeta. Sin ningún aviso, el libro se transforma en una estampa que conmueve, desde la perspectiva de un poeta joven y de pronto, nos toma de la mano ese poeta niño que llora en voz baja en una esquina de recuerdos.

Al finalizar de leer el poemario pude contemplar que el mar no es algo que inspira al poeta, es donde el poeta se descubre. El mar es sin duda la representación de la existencia humana, que por momentos nos recuerda el poder que poseemos sobre nuestro propio universo, pero también se convierte en una voz que murmura en nuestro oído, como latidos de conciencia que nos pone frente a aquello que no queremos ver. Espero que el mar siga haciendo navegante al poeta, que sus olas sigan mojando los pies de quienes no desean huir. Finalmente, espero que La memoria del mar nos permita dilucidar el significado de sus potentes palabras en la justa medida.

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