El objetivismo sociológico

Frente a la visión dialéctica de las relaciones hombre-sociedad, el objetivismo hegeliano sobrevive, en cierto sentido, en la sociología positivista de Emile Durkheim (1858 – 1917). Durkheim es, junto con Saint-Simon y Comte, uno de los grandes fundadores de la moderna sociología. Para él, uno de los requisitos fundamentales para el estudio científico y positivo de la sociedad es considerar los hechos sociales como cosas. Un hecho social (por ejemplo, una norma, una institución) ha de ser considerada como una realidad sustancial, autosuficiente, que existe de un modo externo a los individuos y tiene la capacidad de imponerse a ellos. De este modo, subrayando el carácter real de los fenómenos sociales, desatiende Durkheim al papel creativo e innovador de los individuos. Por eso, su postura es cercana a lo que hemos denominado colectivismo. (*)

* González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005.

Si yo no me someto a las convenciones del mundo, si al vestirme no tengo en cuenta las costumbres seguidas en mi país y en mi clase, la risa que provoco, el aislamiento en que se me tiene, producen, aunque de una manera más atenuada, los mismos efectos que una condena estrictamente tal. Además, no por ser la coacción indirecta, es menos eficaz. Yo no tengo la obligación de hablar en la misma lengua que mis compatriotas, ni de emplear las monedas legales; pero me es imposible hacer otra cosa. Si intentara escapar a esta necesidad, mi tentativa fracasaría miserablemente. Industrial, nada me impide trabajar con procedimientos y métodos del siglo pasado; pero si lo hago me arruinaré sin remedio. (…)

He aquí, pues, un orden de hechos que presentan caracteres muy especiales: consisten en maneras de obrar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo, y que están dotadas de un poder coactivo, por el cual se le imponen. Por consiguiente, no pueden confundirse con los fenómenos orgánicos, pues consisten en representaciones y acciones; ni con los fenómenos psíquicos que sólo tienen vida en la conciencia individual y por ella. Constituyen, pues, una especie nueva, a la que se ha de dar y reservar la calificación de sociales. Esta calificación les conviene, pues si no tienen al individuo por sustrato, es evidente que no pueden tener otro que la sociedad, ya sea a la política en su integridad, ya a alguno de los grupos parciales que contiene, como agrupaciones religiosas escuelas políticas, literarias, corporaciones profesionales, etc. (…). Constituyen, pues, el dominio propio de la sociología. (…).

Hecho social es toda manera de hacer, fijada o no, susceptible de ejercer sobre el individuo una coacción exterior; o bien, que es general en el conjunto de una sociedad, conservando una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales. (…). Los hechos sociales (…) presentan de una manera (…) natural e inmediata todos los caracteres de la cosa. El derecho existe en los códigos, los movimientos de la vida cotidiana se revelan en las cifras de la estadística, en los monumentos de la historia, las modas en los vestidos, los gustos en las obras de arte. Por su misma naturaleza tienden a constituirse con independencia de las conciencias individuales, pues las dominan. Para contemplarlos en su aspecto de cosa no es, pues, necesario torturarlos con ingeniosidad.

(Tomado de Las reglas del método sociológico, 1895)

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