Víctor Muñoz
Premio Nacional de Literatura

Grandísima sorpresa para mi constituyó el hecho de ver aparecerse a Gedeón con una Biblia bajo el brazo y con la noticia de que había decidido ingresar a una iglesia protestante.

-Es que, además de que he sido muy pecador, vos, decidí seguir tu consejo y me hice miembro de una iglesia que hay por mi casa  -me dijo-, como si tratara de justificar su extraño proceder.

Recordé entonces que, efectivamente, yo le había dado tal consejo en alguna oportunidad; y como es ya costumbre con las cosas de este mi amigo, comencé a sentirme un tanto divertido y curioso, ya que de pronto me lo imaginé cantando y bailando y pegando de gritos en su iglesia; sin embargo también me puse a pensar que en todo caso, eso de que se hubiera metido a una iglesia de ese tipo vendría a ser algo muy bueno para que resolviera sus problemas de tipo de convivencia social.

-Fijate que un día me puse a pensar que mi vida no tenía sentido, que yo era algo así como un barco a la deriva sin un norte digno, que llegaban las noches y los días y yo todo lo veía pasar sin obtener ningún provecho ni ventaja, que mi espíritu vagaba cual nave extraterrestre perdida en el insondable espacio; que uno se va poniendo viejo y un día de tantos se muere y hay que estar en paz con Dios y con los hombres y que debo buscar un derrotero digno y decente para mi vida díscola y disipada.

Escucharlo decir tal sarta de cosas con semejante firmeza y seguridad me causó una extrañeza profunda, amén de una confusión muy grave.

-Decime una cosa Gedeón, ¿quién te metió semejantes disparates en la cabeza?

-El pastor Fernando, pero no son disparates.

-¿Y ése quién es?

-Pues fijate que se trata de un hombre sabio que durante toda su vida anduvo en busca de la verdad; de ahí que perteneció a la masonería, a la secta rosacruz, llegó a conocer los profundos misterios del yoga, ayudó a las víctimas del terremoto, fue miembro prominente del Club Panteras, daba cursos para alcanzar el éxito y cosas de esas en varios países, fumaba mariguana y consumía cocaína y en fin, qué más te puedo decir, un hombre verdaderamente preparado; pero como él mismo dice, ¿de qué le servía tanto éxito si no estaba en buena relación con Dios?  Sin embargo no fue sino hasta que de pronto ya no le fue bien, tanto en su vida como sus finanzas, que llegaron a ser un verdadero desastre, que llegó a tocar el fondo del pantano, pero un buen día escuchó la voz de Dios ordenándole que entrara en la primera iglesia que encontrara en su camino, cosa que hizo y ahora es un pastor muy famoso que tiene su propia estación de televisión desde donde predica la verdad.  Dice que ha sido muy bendecido porque ya no tiene deudas y al contrario, ahora tiene mucho dinero y mucha fortuna, y si él ha logrado tantas bendiciones y tanto dinero, ¿por qué no voy a conseguir yo lo mismo?  ¿no creés?   Volviendo a tu pregunta, fue él quien una tarde se puso a platicar conmigo, me puso sus manos sobre la cabeza e hizo una oración tan fuerte que hasta me hizo llorar.  Ahí mismo le dije que sí, que aceptaba su verdad y creo que hice lo correcto.

Le respondí que sí, que había hecho muy bien; luego nos despedimos, me fui a atender mis cosas y me olvidé del asunto; pero no más tarde de unos quince días se apareció con que era absolutamente necesario que yo asistiera a su iglesia.  Pocas veces en la vida he sido tajante para tomar decisiones, y esta fue una de ellas.  Le dije que me disculpara pero que no, que me sentía muy cómodo llevando la vida que llevaba y que si para él no era mucha la molestia, que me dejara en paz.

-Es que se lo prometí al pastor Fernando–me dijo-, le hablé de vos, de que eras mi mejor amigo, casi mi hermano, le conté de las aventuras vergonzosas que hemos pasado juntos y de nuestros vicios y de la vida incorrecta que hemos llevado.

Ahora sí bastante espantado le pregunté si por mera casualidad le había contado lo de la Chusita.

-Claro –me respondió-, es que tenés que comprender que es un deber ineludible tomar partido firmemente por lo que creemos.   Dios no quiere nada a medias, El quiere una entrega total.

Mi susto pasó a cólera.  Es que hay cosas de la vida de uno de las que la gente no tiene por qué andarse enterando.  Le reclamé su falta de solidaridad y su falta de discreción y le hice saber mi desilusión ante su innoble actitud.

-Pues yo no creo haber hecho nada malo -me respondió-, si vos te avergonzás de lo que has hecho es muy tu problema y allá vos y tu conciencia, pero a mí sí me preocupa mucho vivir en el pecado y que vos también sigás viviendo hundido en semejantes inmundicias.

-Pues sí –le respondí-, pero si querías que todo el mundo se enterara de los asuntos de tu vida privada mejor te hubieras puesto a pegar carteles en las calles para que la gente se enterara de tus marranadas, pero a mí sí me molesta que mi respetable nombre ande en la boca de todos.

-¿Y a cuáles todos te referís?

-A tu pastor.  Ya me lo imagino gritándole a todo el mundo tus pecadotes.  Y de plano que, además de lo de la Chusita también le contaste lo de la Maricela.

-Lo de ella y lo de la Nuria.

Antes de que me diera un ataque rabioso le pedí que saliera de mi casa inmediatamente y que considerara que nuestra amistad estaba terminada.   Así lo hizo, no sin antes sacudirse el polvo de los zapatos en la banqueta.

El muy cerote.

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