Por Alfonso Mata

Conflictividad social va de la mano con enfermedades, sean por contaminación, sea esta por productos químicos utilizados en actividades ambientales, hogareñas, institucionales. Eso lo vivimos diariamente y cuando leemos informes y comentarios de prensa, radio y televisión, nos topamos con opiniones sobre posibilidades, situaciones que resultan contradictorias y entonces uno se pregunta ¿quién tiene la razón?

En la minería por ejemplo, se habla de dermatosis, silicosis, tuberculosis, agua contaminada, derrames químicos y es sobre químicos que vamos a hablar en este documento.

Para salvaguardar la salud pública, los países y sus autoridades de salud, deben estar al tanto de nueva información científica y las tecnologías emergentes empleadas en el trabajo, a su vez que de sus consecuencias directas e indirectas para la salud de las poblaciones trabajadoras y no trabajadoras, a fin de que se pueda aplicar a una decisión regulatoria correcta, acompañada de acciones eficientes eficaces, de costo/beneficio adecuado para todos. En Guatemala, eso parece ser solo un decir. No se tienen evaluaciones adecuadas sobre lo que se hace ni cómo se hace el manejo de muchos químicos. ¿Por qué eso es importante? Es lo que tratamos a continuación de demostrar. Pero primero debemos tener claro que cualquier sustancia, químico, medicamento, nos puede producir:

· Efecto adverso: Un cambio biológico que resulta en un deterioro de la capacidad funcional. Una disminución en la capacidad de compensar el estrés o un aumento en la susceptibilidad a otras influencias.

· Vía de resultado adverso: descripción conceptual de la secuencia de eventos causalmente vinculados a varios niveles de organización biológica.

Para conocer lo anterior, se han desarrollado herramientas y técnicas que se resumen en:

· Biomonitoreo: Un método para evaluar la exposición humana a los productos químicos, mediante la medición de los productos químicos o sus metabolitos en especímenes humanos, como la sangre o la orina.

Y lo que se trata de conocer y seguir es:

· Dosis baja: Una exposición externa o interna que cae dentro del rango estimado para provocar un evento anómalo en seres humanos.

Las estimaciones de la exposición humana, pueden basarse en mediciones ambientales o de biomarcadores (monitorización del aire, Encuesta Nacional de Exámenes de Salud y Nutrición) y/o modelos computacionales (modelos farmacocinéticos fisiológicos. Idealmente, las estimaciones explican los procesos toxicocinéticos que se desencadenan o pueden desencadenarse. Si no se dispone de estimaciones de la exposición humana, la dosis baja se define caso por caso, en relación con una exposición.

Explícitamente especificada, en un contexto particular, como «por debajo de la dosis de referencia de la agencia de protección ambiental (EPA) estadounidense (RfD) para el producto químico X» o «por debajo al punto de partida (NOAEL o dosis de referencia) derivado del estudio extendido de una generación para el producto químico X”.

Por lo tanto y en esto estriba la responsabilidad del Estado

· Revisión sistemática: Una «investigación científica que se centra en una cuestión específica y utiliza métodos científicos explícitos y preespecificados para: identificar, seleccionar, evaluar y resumir los resultados de estudios de prevención, atención vigilancia» en otros lados del mundo y dentro de nuestro territorio.

La gran pregunta al gobierno usando un checklist (comprobación de lo que dijimos en los párrafos anteriores arriba) sería ¿están haciendo las autoridades lo indicado? y si sí ¿cuáles son los resultados? Pues es evidente que los productos químicos, puede afectar todos los sistemas, órganos, tejidos y células del cuerpo y por consiguiente todas las funciones: nerviosas, hormonales inmunológicas, reproductivas, conductuales.

Revisión de riesgos: lo primero

Durante décadas, los sistemas nacionales e internacionales, se han ocupado de analizar y entender las cuestiones acerca de lo que señalan los datos de pruebas en animales, sobre las enfermedades y los mejores modos de combatirlas. Eso les ha permitido utilizar datos, para hacer predicciones acerca de los peligros para la salud humana. Por ejemplo, determinar la cantidad de un químico en el organismo y relacionarlo con una enfermedad, es una forma de realizar extrapolaciones de dosis-respuesta y de buscar un tratamiento preventivo y curativo de una enfermedad específica o problemas ocasionados por ese químico. También de identificar y proteger a las subpoblaciones susceptibles y una manera de abordar las incertidumbres.

En los grandes laboratorios, las pruebas de toxicidad, evalúan químicos y moléculas, para establecer su potencial sobre el cáncer, defectos de nacimiento, trastornos hormonales y otros efectos adversos para la salud. La información de las pruebas de toxicidad, sirve de base para la protección de la salud pública y las decisiones regulatorias.

Durante décadas, los métodos de prueba tradicionales se desarrollaron y fueron mejorándose, utilizando animales de laboratorio. Típicamente, los investigadores lo que hacen es probar productos químicos a altas dosis en animales, para inducir toxicidad es decir alteraciones en órganos, tejidos y células y a partir de ello, van bajando la dosis, hasta identificar una que no tiene ningún efecto adverso. Factores y análisis de incertidumbre se utilizan, para derivar nivel de exposición humano. Todo esto fue diseñado en el siglo pasado, para proteger la salud humana. Se supone que las relaciones dosis-respuesta de esos estudios, se pueden extrapolar por debajo del rango de dosis probado y que los efectos observados en animales, son relevantes para los seres humanos.

Sin embargo, algunos ejemplos han mostrado, que la suposición ocurrencia animal-humano, no es aplicable a todos los productos químicos y frecuentemente surgen debates sobre, cómo explicar las diferencias en la respuesta entre animales de ensayo y humanos y resultados paradójicos. La investigación dirigida a abordar esos debates, se ha centrado en la comprensión de los mecanismos por los cuales los productos químicos causan efectos adversos, con un énfasis creciente en la evidencia de efectos biológicos (frente a la toxicidad manifiesta) como un predictor de efectos adversos. Por lo tanto, cuando uno analiza un estudio tradicional debe tomar en cuenta en dicho análisis lo siguiente:

· Limitaciones Potenciales de las pruebas tradicionales de toxicidad para evaluar los efectos de baja dosis de los productos químicos activos, medios y tiempos de exposición. Por consiguiente: los protocolos de estudio, podrían no incluir ventanas relevantes de exposición o evaluación.

· Los estudios, podrían no incluir resultados relevantes.

· Los modelos animales tradicionales, pueden ser insensibles a ciertos efectos observados en los seres humanos.

· Es posible que los estudios, no se lleven a cabo a dosis ambientalmente relevantes.

· Estudios podrían carecer de la capacidad estadística, para detectar efectos a dosis ambientalmente relevantes.

· La selección de la dosis, podría ser inadecuada para determinar si existe una relación dosis-respuesta no monotónica.

· Los químicos individuales suelen evaluarse, pero ya no en conjunto.

· Los modelos animales genéticamente homogéneos, pueden no reflejar variabilidad en las poblaciones humanas.

Bien las preguntas que se deben hacer son: Como base en toma de sus decisiones ¿Realiza el Estado evaluaciones de riesgo? ¿Toma en cuenta esas consideraciones? Eso va seguido de otras preguntas: se hable de minería, textiles, industrias, producción agrícola, hogares ¿Qué hace el estado sobre contaminación de todo tipo en nuestro territorio? sus estudios ¿dónde los podemos consultar? ¿qué hay o pueden saber respecto a la contaminación que pueden estar ocasionando esas actividades humanas?

Cómo se investigan toxicidades ahora

En muchos países desarrollados, desde hace algunas décadas, sus agencias comenzaron a modificar sus estrategias de ensayo, para centrarse en el desarrollo de métodos de prueba in vitro, que permitieran la detección de toxicidad menos costosa y más rápida, de un gran número de sustancias químicas. Los ensayos de alto rendimiento, evalúan tipos específicos de bioactividad a nivel molecular o celular. La información sobre una interacción bioquímica particular, puede ayudar a predecir la modulación de vías biológicas específicas, que pueden conducir a un resultado adverso.

Así, el número de blancos biológicos para determinar la toxicidad de un producto químico y las estimaciones, se comparan con los datos sobre exposiciones humanas, para identificar el efecto de los productos químicos y a esos resultados, se superponen los valores y los efectos in vivo, asociados con este subconjunto de productos químicos (evaluados a partir de los estudios toxicológicos estándar requeridos para el registro del producto).

Uno de los objetivos de estas evaluaciones, es predecir los puntos finales reproductivos de desarrollo de cáncer y otras enfermedades. Por ejemplo, los productos químicos endocrinos activos (EAC), también denominados disruptores endocrinos, tienen la capacidad de modular la función hormonal, imitando, bloqueando o alterando de alguna manera, las actividades de las hormonas endógenas. Debido a que pequeñas alteraciones en las concentraciones o actividades hormonales, especialmente durante las etapas sensibles de la vida, pueden tener efectos duraderos y significativos, la exposición ambiental a estos tipos de productos químicos es especialmente preocupante. Por ejemplo, se examinan los pesticidas, por su potencial para producir efectos similares a los producidos por el estrógeno en los seres humanos. De igual manera, se puede examinar otros productos químicos y evaluar otros efectos endocrinos.

De ésta manera, el primer nivel de trabajo de investigación, se utiliza para detectar los productos químicos, en su potencial de interactuar con los sistemas de estrógeno, andrógenos, o la hormona tiroidea y durante muchos años, se ha trabajado en el desarrollo y la validación de una batería de ensayos para estos fines. El segundo nivel de pruebas, consiste en identificar efectos endocrinos adversos y caracterización cuantitativa de la relación dosis-respuesta.

A pesar de los avances y la ampliación de algunos protocolos de prueba para incluir los puntos finales sensibles a lo endócrino, continúan planteándose dudas por los médicos, de que las prácticas tradicionales de ensayo de toxicidad, podrían no incluir la evaluación de los puntos finales relevantes para

los disruptores endocrinos. Por ejemplo, la agencia de protección ambiental de USA (EPA), adoptó la definición de efecto de dosis baja en su programa nacional de toxicología, como: «un cambio biológico que ocurre en la gama de exposiciones humanas, típicas a dosis más bajas que las típicamente usadas en protocolos de prueba estándar». En última instancia, el comité definió la dosis baja como la exposición externa o interna que cae dentro del rango estimado para ocurrir en seres humanos.

Por consiguiente, las estimaciones de la exposición humana pueden basarse en mediciones ambientales o biomarcadores y/o modelos computacionales; Idealmente, las estimaciones explican los procesos toxicocinéticos. Si no se dispone de estimaciones de la exposición humana, la dosis baja se define caso por caso en relación con una exposición explícitamente especificada en un contexto particular, como «por debajo de la dosis de referencia de la EPA para el producto químico X» o «por debajo El punto de partida derivado del estudio extendido de una generación para el producto químico X».

La pregunta entonces es: el Estado de Guatemala, en sus consideraciones de aprobación y regulaciones nacionales para el uso de químicos ¿toma en cuenta esa información o no? Que

Los productos químicos pueden afectar todos los sistemas, órganos, tejidos y células del cuerpo y por consiguiente todas las funciones: nerviosas, hormonales, inmunológicas, reproductivas y conductuales.

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