Por Alfonso Mata

El desarrollo de la salud se vuelve cada vez más complejo y tomando en cuenta la aceleración de los avances alcanzados por las ciencias, ya hay muchos que consideran que la velocidad de la genética de la vida es “pan comido” comparado con los cambios originados por la sociedad, la medicina y la política. Ante esa afirmación, que puede ser solo un vendaje de algo más serio, se vuelve necesario indagar si la sociedad seguirá “hacia arriba o hacia abajo”; pregunta que cuando se plantea, inmediatamente se le da responsabilidad de respuesta y acción al campo de la política y de su sistema de salud.

Por otro lado, una serie de autores, últimamente ha venido insistiendo en la pérdida de la sensibilidad en los valores del hacer político. Justificar esa pérdida es posible y para ello basta con abrir las páginas de los periódicos y leer sobre lo que hacen los políticos y enterarse de los problemas de salud de gran parte de la población, para darse cuenta de cómo la responsabilidad política, sí tiene que ver con las consecuencias de tal proceder. Sin preguntarse sobre las consecuencias de tal proceder, es difícil saber con mayor precisión a dónde nos puede llevar eso en lo social y lo biológico y aunque hoy muchos tienen conciencia de que ese manejo político está aportando pérdida, no se ha planteado el análisis central del problema:

“No puede haber desarrollo ni formación de personas con potenciales activados de manera adecuada para una vida de bienestar y decorosa, en una sociedad en que se da tanta diferencia a acceso de sistemas de salud, educación, ciencia y tecnología, recursos; tan diversos en contenidos, calidad y valores, entre los grupos que la forman”. Acá solo hablaremos de lo concerniente a salud, aunque estamos conscientes que todos los elementos mencionados interactúan entre sí, en la producción de bienestar.

EL JUEGO DE LA IMITACIÓN

Untitled-1Las situaciones actuales, el orden burocrático y teocrático que se ha derivado de ello, parece conducir, sin duda hacia abajo, los sistemas políticos en nuestro medio. De ser así, el bienestar y la condición humana corren peligro. Cuando se observan los acontecimientos que tienen lugar en el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS), totalmente ajenos a sus planeamientos normas y regulaciones, uno se da cuenta que es lo absurdo que triunfa dentro de sus paredes y entonces en cada actuación lo que se produce es algo oculto, un acontecer dirigido hacia un objetivo desviado y no determinado por la razón de ser de la institución, prevista en leyes y constituciones, que imponen un comportamiento institucional no formado ni sospechado en la actualidad.

Es claro que a lo largo del siglo XXI, pero que tienen su origen en las últimas décadas del XX, el MSPAS se ha fijado objetivos a lo largo del tiempo, basándose en lo que hay y puede ocurrir, apoyándose en eso y a continuación ha seleccionado medios para lograrlos y ha establecido la manera de usar esos medios. Cada Gobierno se ha esmerado en esos tres pasos.

Pero cuando se hace la interpretación política a ese sentido y dirección planeada, cuando se indaga sobre su acontecer evolutivo, uno se encuentra que este es tan desacertado en todo sentido y que no caza con lo que pensaron e idearon sus planificadores y se llega a una triste conclusión: los planificadores nunca han contemplado ni evaluado, mucho menos denunciado, el peso que tienen los desaciertos institucionales y del ejecutivo, voluntarios e involuntarios, sobre la viabilidad de sus planificaciones y sugerencias y sobre la situación final que a pretenden llegar. Tampoco han indagado a la profundidad que se necesita, sobre el medio en que se quiere actuar.

De manera que todo lo que se dice y hace, parece siempre a la institución una “novedad” con un poco de cambios y el entusiasmo, el caminar institucional, se antoja ajeno a la situación o situaciones planteadas y por consiguiente, el curso futuro que se le da a lo nuevo cada cuatro años, es siempre una repetición de lo anterior. Como una vez dijo un director de un servicio hospitalario “variaciones sobre el mismo tema”. De esa cuenta, en muchos casos, la limitación de conocimientos, vuelve impredecible el futuro de proyectos y programas; es decir, los resultados que se obtendrán en los objetivos que se han trazado, pues la ejecución está muy condicionada a los vaivenes políticos y al uso de procesos perversos tan impredecibles, como la evolución epidemiológica nacional. Así pues, mientras planificadores se han esmerado en trazar bien lo que se debe hacer, los políticos y muchos funcionarios, se han dedicado a desenredar y dispersar lo que no se debe hacer.

Por consiguiente, cuando uno revisa los documentos y se familiariza con cualquiera de sus facetas y partes, se topa uno con una sorpresa: contradicción entre construcciones teóricas algunas realmente geniales y una organización pero sobre todo un funcionamiento, totalmente ajeno a lograr la solución enmarcada en los marcos teóricos y todo, porque existen muchas cosas conducentes que se vienen remolcando de manera no prevista desde siempre: adquisición de materiales y equipos, calidad de servicios, uso comunitario, vigilancia, evaluación, sin modificación alguna, pasando esos yerros y extravíos, más que las buenas acciones, de generación en generación de políticos y funcionarios, no permitiendo cambio alguno al devenir institucional.

LO INCONDUCENTE

Un ejemplo nos ayudará a entender mejor esto: en el tránsito hacia proporcionar medicamentos a los pacientes de manera eficiente y oportuna, una serie de estructuras y formas de actuar se han propuesto y ejecutado en cada gobierno, sin que se haya en ningún caso obtenido el resultado deseado y esperado. Por consiguiente, no ha resultado exitoso ninguno de los procesos conducentes implementados. Por consiguiente, la estructura de procesos al respecto no ha funcionado y es probable que se encuentra al estudiarse el ¿por qué? que ningún proceso ha resultado conducente por las mismas razones en todos los casos: condiciones muy específicas que actúan en contraposición a lo planeado. Por lo tanto, no son los procesos los que han fallado, sino la estructura y su funcionalidad, que han ejercido efectos preservadores de anomalías y perversiones, sobre la que se ha querido montar algo. La alta frecuencia con que se repiten modificaciones sin resultados, ha permitido que muchos funcionarios y aun el público sepa dónde está “el pelo en la sopa” sin que se haya hecho nada al respecto: en nuestro ejemplo, modificado la funcionalidad de una estructura que permita el uso adecuado de medicamentos. Así que lo nuevo no es el fantasma, es lo viejo, sobre lo que se tiene información, pero no un programa para cambiarlo.

ALTERACIONES FUNCIONALES

El saber si resulta conducente pero no necesariamente lleva a la solución. Una estructura o función institucional, es una cuestión que debe plantearse siempre en relación a cuestiones ambientales muy específicas, pero determinantes. Por ejemplo, ningún plan de salud de la época democrática, habla sobre el comportamiento de la condición política como determinante de su implementación y su éxito; tampoco sobre la importancia de la organización social y lo cultural; se mencionan esas condiciones, pero no se analizan y mucho menos se interpretan y se plantean actuaciones al respecto. Esos olvidos (si se quiere ser cauto) suelen ser perjudiciales y vuelven inviables las intervenciones; de tal manera que la finalidad de las acciones de los procesos se distancia de sus fines. No existen a la fecha, esfuerzos serios que señalen cuali y cuantitativamente cómo las “alteraciones funcionales de procesos, enmascaran la perdida de efectividad de planes y programas y pierden su conducencia original”, porque un proceso y sus actividades que no tienen ya aplicación en su función original y son utilizados para cualquier otro fin incluso perverso, es sencillamente creíble que puede dar lugar no solo a mayores costos sino producir mucho daño social e institucional. Esas aberraciones que caracterizan toda la historia de nuestro sistema de salud, se han estudiado una y otra vez en sus causales y consecuencias y a pesar de ello, una y otra vez volvemos a tropezar con la misma piedra “es parte de nuestra idiosincrasia” concluyen algunos irresponsablemente.

CAMINO EN ZIGZAG

Como consecuencia de todo lo anterior, nuestros programas y proyectos de salud, ante la constante aparición de circunstancias imprevistas, se ven obligados a menudo, a emplear estructuras y procesos que funcionan con finalidad completamente diferente a los mismos. Basta leer un poco lo que ha sido nuestra historia de la salud pública, para poder corroborar eso. Lo triste de ello, es que casi siempre, los diversos cambios de curso, son y llevan dentro fines “ajenos”, que nada tienen que ver con el objetivo ni con su mejora para lograrlo. Alguien expresó una vez en sentido de broma “Construimos carros para andar en bicicleta” y otro añadió “y para no perder el galope en que nos movemos, otros no siembran, pero cosechan” serpenteamos unos a la vista de otros. Con esa cultura institucional que se ha venido construyendo, la función primaria de un programa, del uso de sus recursos y procesos se desvirtúa. Los funcionarios de turno, dada la transformación perversa que se ha producido, a pesar de contar con mecanismos auxiliares para enderezar el rumbo, con cuya ayuda se salvarían dificultades y los problemas de estructura y comportamiento que se presentan, no los usan o sí lo hacen, se hacen los ciegos y es entonces que, estupefactos, nos preguntamos sí valdría la pena sostener ese sistema, que no acepta adaptaciones tan siquiera.

EL SISTEMA Y SUS CALLEJONES SIN SALIDA

Evidentemente, los errores, las omisiones, el mal funcionamiento, no viene definido por la casualidad; recompensa a algunos con ventajas no previstas: nueva posición dentro del sistema sin merecimiento, horarios ventajosos, “al chance hay que sacarle raja”, el uso indebido de equipo e instrumentos y recursos. Todo eso no sucede en medio de un cambio imprevisto institucional y en un ambiente de existencia pasajera e igualmente indeterminado; lo que si tiene es que sucede sin ningún tipo de “anotación” sobre la sucesión de tales acontecimientos. Como bien definió alguien muy descaradamente pero con mucha verdad al tomar posesión de una jefatura de área “Adaptación al poder”.

Lo cierto es que el propio sistema, contiene el producto de una infinidad de cambios y procesos selectivos, que se pueden usar para otros fines y conforme nos enseña la historia, no contiene ningún tipo de “control informático” sobre el aparecimiento y a sucesión de tales acontecimientos y eso a pesar que la mayoría de ellos, no son producto de lo casual y progresan sin dirección fija. Ahora lo que resulta extraño y patético, es que a pesar del conocimiento existente de las denuncias de medios y personas, no exista forma de que el cuadro se invierta y regrese por el mismo camino que tomó al producirse, a un estado de normalidad y razón original de ser. Ese hecho, hoy fehaciente gracias a nuestros conocimientos de apertura de los medios de comunicación, es de dominio público desde hace muchos años “ha crecido bajo su sombra”. Lo que nos demuestra eso, es que cuanto más lo permisible se enraíza, cuanto más largo y enmarañado haya sido el camino recorrido por los procesos enmañados hasta alcanzar el estado actual (compra, distribución de medicamentos por ejemplo) tanto más improbable ha sido cambiar eso. En cierto sentido, se podría decir que la “alta especialización del fraude”, es siempre peligrosa para cualquier institución y es muy improbable que esta encuentre “el camino de regreso” incluso para algunos podría parecernos muy difícil, que emprenda un camino nuevo y distinto, porque el número de posibilidades de emplear esa estructura para autoreformarse disminuye con todas las áreas que se prestan al fraude (medicamentos, servicio, uso recursos, mantenimientos). La versatilidad a la que se han adaptado los servicios e infraestructura al fraude, habría que evaluar si permite una alteración de esa versatilidad. Habría que comparar si las sumas que se invierten en la producción de servicios y programas y el impacto que estos tienen, favorecen el mantener la estructura así. Como un día me dijo un amigo “el negocio es tan bueno que da para hasta para robar”. Una maquinaria ya especializada en algo fraudulento, tanto más improbable será que se le pueda dar cualquier otro empleo aun cuando se acaba la coyuntura. Entonces cabe la pregunta ¿qué podemos hacer?

Continuará…

No puede haber desarrollo ni formación de personas con potenciales activados de manera adecuada para una vida de bienestar y decorosa, en una sociedad en que se da tanta diferencia a acceso de sistemas de salud.

Artículo anteriorZapatero a tus zapatos
Artículo siguienteMacron habla con Putin sobre cómo combatir al terrorismo