Bien continuemos un poco con la historia de la testosterona y su glándula. De todo se ha dicho e inventado sobre los testículos, a tal punto que algunos afirman que Newton descubrió la gravedad al ver lo mucho que le colgaban los testículos.

Como suele suceder en muchos hallazgos científicos, el trabajo de Berthold con los gallos (https://lahora.gt/i-las-primeras-locuras/)  y sus conclusiones fueron rehabilitados y reconocidos solo medio siglo después 1909, cuando el profesor de anatomía en Bonn Moritz Nussbaum, repitió los experimentos de Berthold y los confirmó en ranas y Eugen Steinach en Viena en ratas. Finalmente, A. Pézard en París confirmó los resultados originales de Berthold en gallos. Un poquito de eso antes, los histólogos Ancel y Bouin atribuyeron claramente una función endocrina a las células de Leydig resumiendo sus conclusiones de la siguiente manera: «hemos reunido un grupo de hechos morfológicos, fisiológicos y químicos que, tomados en conjunto, nos permiten formular la siguiente hipótesis: que la acción general de los testículos sobre el organismo, atribuida en el pasado a los testículos en su conjunto, se debe en realidad a la glándula intersticial«.

Como ocurre en toda ciencia, a veces el entusiasmo, lo afectivo, supera al juicio o razonamiento. Impulsados por el resurgimiento de los experimentos de Berthold y sus seguidores, los cirujanos recurrieron al trasplante de testículos como un medio para tratar el hipogonadismo[1] e iban tras lograr el rejuvenecimiento y la terapia para todo tipo de trastornos. George Frank Lydston en el Cook County Hospital en Chicago 1915 fue uno de los primeros en realizar un trasplante de testículo humano de víctimas de accidentes a receptores. También en Chicago, Victor D. Lespinase publicó en 1913 su experiencia con el trasplante de testículos humanos de donantes a pacientes para su rejuvenecimiento. El entusiasmo desbordaba la ciencia y quien sabe la legalidad también y Leo Stanley en la Prisión Estatal de California San Quentin, informó en 1923 de 20 casos de trasplante de testículos de prisioneros ejecutados a otros reclusos que informaron signos de revitalización. Posteriormente recurrió a los carneros como fuente para sus injertos testiculares y reportó satisfacción por parte de los pacientes, incluidos 13 médicos. El desborde fue inmenso y el negocio tentador. El médico John Romulus Brinkly convirtió el trasplante de testículo de cabra en en un negocio en auge entre 1918 y 1930. Sin embargo, en 1939 un juez de Texas lo declaró culpable de actuar como charlatán y charlatanería, desencadenando así una serie de juicios, exigiendo millones de dólares como indemnización. Brinkly se declaró en bancarrota y murió de ataques cardíacos poco después.

En Europa el entusiasmo no era menor. En Viena, Eugen Steinach (1861-1944) convenció a los cirujanos de realizar una vasoligación unilateral para el rejuvenecimiento. Uno de sus seguidores, Serge Voronoff otro fanático por la búsqueda de masculinidad y rejuvenecimiento concurrió al xenotrasplante (Trasplante efectuado entre miembros de diferentes especies y, por tanto, con una gran disparidad genética) y usó testículos de mono para trasplantarlos para el rejuvenecimiento. Primero ofreció su cirugía en París, pero luego de algunos escándalos continuó sus cuestionables operaciones en Argel, donde fue visitado por pacientes de todo el mundo. En muchos países, los seguidores de Voronoff médicos y ambiciosos, xenotrasplantaron testículos de animales y piezas de los mismos a pacientes que exigían rejuvenecimiento. Cuando creció el malestar entre la profesión médica por esta charlatanería, en 1927 la Royal Society of Medicine (Londres) envió un comité internacional a Voronoff en Argel. El comité concluyó declarando las afirmaciones de Voronoff como tonterías.

Estos escándalos no cesaron en todo el mundo, hasta que la esperanza de que la bioquímica de esteroides finalmente condujera al descubrimiento y síntesis de la hormona sexual masculina, siguiendo a la de las hormonas sexuales femeninas, poniendo fin al cuestionable negocio del trasplante de testículos.

Era pues evidente en pleno siglo XX, que este negocio venía desde la antigüedad. El conocimiento de la poderosa función de los testículos en el organismo masculino normal indujo a médicos, pacientes y curanderos entre otros durante siglos, a recurrir a la ingestión de estos órganos en diversas modalidades. Al principio, en Roma, Cayo Plinio Segundo (23-79) prescribió el consumo de testículos de animales para el tratamiento de los síntomas del hipogonadismo y la impotencia. Con el mismo propósito, el médico árabe Mesue the Elder (777-837) en Bagdad recomendó extractos de testículos. También en la medicina china, al menos desde 1132, Hsue Shu-Wei prescribe testículos de animales crudos y desecados. El llamado en la antigüedad «‘Doctor Universal» y fundador de la Universidad de Colonia, Albertus Magnus (1192-1280), preocupado por el sabor de su prescripción, recomendó testículos de cerdo en polvo diluido en vino como vehículo. A partir del siglo XX, las preparaciones se fueron mejorando y ya en forma de tabletas, se siguieron fabricando, prescribiendo y consumiendo hasta el siglo XX. En la década de 1920 Testifortan ® se convirtió en un éxito millonario financiero para el tratamiento de la impotencia. Sus principales componentes fueron extractos de testículo y yohimbina. Otro famoso preparación a partir de la década de 1920 y comercializado hasta hoy es Okasa ® que, contiene cantidades mínimas de testosterona. Sin embargo, los testículos sintetizan testosterona pero, a diferencia de otras glándulas endocrinas como la tiroides o el páncreas, no almacenan sus productos. La producción diaria de un hombre adulto (95% del total de testosterona) es de mínimos  miligramos contenida en aproximadamente 10 a 15 gms de peso de los testículos; incluso si se consumiera esta cantidad de testosterona, la testosterona tomada por vía oral sería inactivada por el efecto de primer paso en el hígado. Por lo tanto, toda la terapia de órganos testiculares administrada por vía oral solo puede considerarse como un medicamento placebo que, sin embargo, puede tener sus propios efectos. A pesar de todo, muchas empresas en todo el mundo continuaron fabricando extractos y píldoras hasta bien entrada la época del siglo XX, incluso pueden verse aun en la actualidad, a pesar de que la testosterona genuina ya estaba en el mercado desde hace mucho tiempo y las casas farmacéuticas serias han retirado sus productos al respecto, después de más de tres décadas de éxito de ventas para el tratamiento de insuficiencia, impotencia, infantilismo, envejecimiento prematuro y obesidad endocrina, etc.

Es pues muy claro e historia fascinante la organoterapia que explotó literalmente a finales del siglo XIX y principios del XX y afectó a ricos y pobres; listos e ignorantes. A los 72 años, Charles E Brown-Séquard, que a finales del siglo XIX era un científico de renombre y miembro de varias academias científicas, publicó los resultados de su famosa auto-experimentación en la gran revista de renombre The Lancet 1889. Se inyectó a sí mismo 1 ml de una mezcla de una parte de sangre de la vena testicular, una parte de semen y una parte de jugo extraído de testículos de perro o de cobaya diariamente, y después de 20 días hizo asombrosas observaciones sobre sí mismo: «Se produjo un cambio radical en mí … había recuperado al menos toda la fuerza que poseía hace muchos años. Pude hacer experimentos durante varias horas. Después de la cena pude escribir un artículo sobre un tema difícil. Mis extremidades, probadas con un dinamómetro, ganaron de 6 a 7 kg de fuerza. El chorro de orina y el poder de la defecación se hicieron más fuertes«. Ciertamente, todos estos fueron efectos placebo, como lo confirma la réplica del experimento un siglo después, pero en ese momento, el mundo masculino, obviamente, ante lo que decía aquel famoso, había estado esperando tal charlatanería, porque en poco tiempo «los extractos de órganos animales por el método Brown-Séquard» se vendieron en todo el mundo (occidental) y las fábricas surgieron como las vacunas actuales tanto en Europa como en América dejando millonarias ganancias.

continuará

[1] Es una afección en la cual el cuerpo no produce suficiente cantidad de la hormona que desempeña un papel clave en el crecimiento y desarrollo masculino durante la pubertad [testosterona] o en la cantidad suficiente de espermatozoides o en ambos

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
Artículo anteriorOlivia recibe la Navidad
Artículo siguientePMT de Villa Nueva habilitará horario especial en reversibles por fiestas de fin de año