Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Cuando había entregado la presidencia causó revuelo una entrevista que se le hizo a Alfonso Portillo quien admitió sin tapujos que para llegar al poder había que mentir en la campaña. Todos sabemos que así se opera pero la pública confesión que hizo el expresidente fue objeto de tremendas críticas y se le tildó de cínico. Desde entonces para acá hemos podido observar algunos cambios significativos porque los gobernantes en ejercicio trataban de cuidar sus expresiones y de no mentir burdamente sabiendo el costo que ello podría tener políticamente entre la población, pero con el advenimiento de los populismos irresponsables que se han visto en los últimos años, cada día es más corriente ver que desde el mismo pódium presidencial se dice con todo descaro cualquier patraña.

Obviamente Donald Trump no fue el primero, pero sí es la figura más paradigmática de esa nueva forma de gobernar con base en falsas teorías de conspiración. Ya Joseph Goebbels había dicho que una mentira repetida mil veces terminaba siendo verdad y Hitler cimentó su dictadura con base en ese principio absoluto del nazismo y por ello no sorprende que muchos de los llamados neonazis sean tan disciplinados en repetir ese proceso de engaño sistemático que en el fondo lo que pretende es anular la capacidad de raciocinio de las multitudes para envenenarlas con falsedades que facilitan su manipulación a fin de establecer regímenes autoritarios que no respetan, en absoluto, los resultados electorales y que cuestionan la validez de los comicios como instrumento de la democracia.

Trump presumió durante todo el año pasado de sus acertadas decisiones para enfrentar la pandemia, pese a las evidencias rotundas en su contra, y no ha dejado de mentir ni al sufrir una derrota electoral producto de sus engaños. Llegó al punto de recomendar a la gente que tomara cloro directamente para matar al virus, y más de alguna persona murió por seguir su fantasiosa receta gratis y no tomó en cuenta la opinión de los científicos y el colmo fue cuando, sabiendo él la importancia de la vacuna, se la aplicó en secreto en la Casa Blanca para proseguir con la propaganda que ha hecho que millones de republicanos se nieguen a vacunarse.

Obviamente nadie puede sorprenderse de las declaraciones que viene dando sobre la vacunación y la pandemia el presidente guatemalteco Alejandro Giammattei porque encaja en esa moda de gobernar con base en engaños. En el escenario internacional, como colofón de una Cumbre de gobernantes iberoamericanos, a la que sus colegas asistieron virtualmente mientras él viajó a España, dijo que no le preocupaba mucho lo de la vacuna porque, receta gratis dijo, la Ivermectina era suficiente para prevenir la enfermedad. Luego excusó la incapacidad de su gobierno para adquirir vacunas diciendo que Guatemala no las recibe porque manejó tan bien la pandemia que los productores no consideran que sea urgente vacunar a nuestra gente. Y por último está presumiendo de los resultados económicos del año pasado, presentados por el Banguat, diciendo que es un acierto de su gobierno, aunque el mismo Banco de Guatemala explicó que fueron las remesas las que nos salvaron del colapso.

Aquella vieja declaración de Portillo se queda chiquita comparada con la realidad evidente.

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