Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Hoy hace 42 años recibí en la redacción del diario la noticia de que habían asesinado a Manuel Colom Argueta y apresuradamente me dirigí al lugar donde encontré a su hermano Gustavo abrazando su cuerpo inerte y llorando el brutal asesinato que también le costó la vida a los amigos que le brindaban seguridad. Es un recuerdo imborrable, no solo por el gran aprecio que le tenía a la víctima, sino porque se trató, sin duda, de uno de los peores crímenes de Estado cometidos en esos años de burda represión e iba dirigido contra quien, posiblemente haya sido el último gran líder que en el país supo inspirar a los movimientos populares y, de paso, demostró que se puede hacer política y hacer obra, puesto que dirigió la Municipalidad capitalina implementando, por primera vez en su historia, la planificación urbana como eje de la administración de la Ciudad, lo que permitió avances como el Esquema Director de Ordenamiento Metropolitano (EDOM 2000) con visión del desarrollo urbanístico hacia el fin del milenio. A él se deben también el Plan de Saneamiento con el diseño de la red de drenajes de la parte Noroccidental de la ciudad, estudios como el Plan Maestro de Abastecimiento de Agua y tantos otros que fueron relegados cuando en 1978 cambio el sentido de la administración edilicia.

En una época en que la izquierda radical estaba alzada en armas ofreciéndose como alternativa al despotismo, la existencia de una propuesta de izquierda democrática, no marxista, no era fácil puesto que se veía, en la práctica, acosada desde todos los flancos habidos y por haber, pero sin duda que la personalidad de Meme, como le llamábamos sus allegados, hizo que desde la presidencia de la Asociación Nacional de Municipalidades su imagen fuera conocida y apreciada en todo el país, colocándolo en una posición que, tristemente, habría de costarle la vida cuando, tras la inscripción de su partido político, se le veía como un formidable enemigo a la dictadura militar establecida en 1970 en la que se sucedían los fraudes electorales.

En Guatemala no nos caracterizamos por el conocimiento de la historia, ni siquiera de la más reciente, y la figura de Meme se ha ido desvaneciendo por esa razón y porque, lamentablemente, su apellido terminó siendo mal utilizado por un sobrino que nunca estuvo cerca de él y que, por supuesto, no le llegaba ni a la suela de los zapatos. Se llegó a un momento en que al hablar de los Colom se pensaba únicamente en Álvaro y su esposa Sandra, de tan ingrata recordación, y muchos jóvenes de hoy no tienen ni idea de lo que fue Manuel. Y cuando algún netcentero lo menciona es simplemente para ahondar esa polarización ideológica que tanto les conviene porque cae en un pueblo en el que cada quien habla, sin entender ni tener conocimiento real, de izquierdas y derechas como si fueran panaceas.

Es penoso ver que el legado de ese último líder que llegó a un puesto para crecer haciendo obra visionaria, fue engullido por esos que armaron su chamusca y usaron como pelota el ilustre apellido que habían heredado.

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