Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
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“El honor no se gana en un día para que en un día pueda perderse. Quien en una hora puede dejar de ser honrado, es que no lo fue nunca.”
Jacinto Benavente

El diccionario de filosofía establece que el “concepto de honor es análogo al de dignidad.” Si analizamos en profundidad estas dos palabras podemos observar que se encuentran concatenadas en el mundo de las ideas, incluso podríamos dejarlas en lo ideal de lo que debería ser, y que se desea sea, sin embargo, va mucho más allá de ese extenso universo, y se traslada a la realidad con el actuar nuestro de cada día, ¿Quién es una persona digna? Aquella que sabe aceptar tanto cuando pierde como cuando gana, y que con pérdida o ganancia va de frente sin ofender a nadie, pero con la claridad de saber que no debe hacer y que si, no solamente por el mismo, por su entorno también, al referirnos a su entorno no es solamente a su familia, se trata de la sociedad en general.

En la época actual, el concepto de honor tanto como el de dignidad, pareciera ha quedado en el baúl de los recuerdos, como un concepto desfazado, pero no es así, el honor y la dignidad estarán vigentes mientras exista el ser humano, bajo otros contextos, pero con la misma profundidad.

Una de las sociedades en las que el honor es parte de la vida misma, y que la hace más desarrollada que otras en muchos aspectos, es el Japón, sociedad para la que los valores tienen un arraigo que viene desde la niñez, y no termina más que con la muerte.

En la sociedad japonesa, el honor es un valor que se hereda de la familia, y se visibiliza en el diario vivir, que, como ejemplo, se refleja en un aspecto olvidado en nuestra cultura como la puntualidad, un rasgo tan inusitado en nuestra sociedad acostumbrada a la “Hora chapina”, en contraste con la forma de actuar en una sociedad tan milenaria como la japonesa, con elevados conceptos morales y éticos.

Tomado del diario El País sirva de reflexión el siguiente extracto: “Un empresario se suicidó en noviembre tras destaparse una estafa en la construcción de miles de casas vulnerables a los terremotos. Un matrimonio de criadores de pollos hizo lo propio tras darse un supuesto caso de gripe aviar en su granja, en 2004. Los escándalos de los préstamos bancarios japoneses de los 90 también causaron múltiples suicidios.”

En tiempos de crisis existenciales como el actual, es necesario analizar ¿Cuánto cuesta el honor? La respuesta es “No tiene precio” y no porque sea parte del mundo de las ideas, es porque es difícil conceptualizar el honor cuando se cierran los labios y los oídos, para no manifestar ni escuchar lo que dicta la conciencia.

En tiempos tan complejos como los actuales podemos observar que la falta de un sentimiento de honor, honorabilidad y decencia no son producto de una generación como se podría creer, es producto de un buen nacer, y de un buen hacer, algo olvidado no por necesidad de dinero, se manifiesta en la necesidad de poder, que no necesariamente tiene relación con el factor económico, ni el dinero ni los títulos hacen a una persona mejor persona, el fondo del ser humano va más allá de meros aspectos materiales, es algo intrínseco de una “Persona”, en ese sentido José Luis Romero indica en su obra que “Platón dirá que la justicia, la temperancia, el coraje, el pensamiento mismo, constituyen una katarsis, una purificación de toda dase de pasiones. La existencia de un orden moral y la noción de su vigencia lleva al hombre a preferir vivir en él a no vivir fuera de él: He aquí la condición de mi gusto y de mi elección: no poseer, ni en el hogar ni en el Estado, un poder ajeno a la justicia”

En pleno siglo XXI se hace necesario revisar el pensamiento de Platón, tan vigente o más que en el tiempo en el que se produjo su filosofía, cuando el ser humano trastoca sus principios e invierte su tabla de valores por la de antivalores, principio a perder su esencia, aunque se diga a él mismo que nadie sabrá sus actos más íntimos, en algún momento estos volverán hacia él, y no podrá regresar en el camino.

Una de las novelas más simbólicas es Crimen y Castigo, porque, aunque el mundo no lo sepa, en la culpa está el castigo, y es inminente, porque acompañara siempre a quien cometa el crimen, aunque nadie más lo sepa.

Es necesario recrearse en los valores para no perder lo más importante: La paz interna.

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