Juan José Narciso Chúa

juannarciso55@yahoo.com

Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

post author

Juan José Narciso Chúa

Cuando mi mamá me estaba inscribiendo en el glorioso Instituto Nacional Central para Varones, mientras hacíamos la cola respectiva, nos encontramos a la par nuestra a otra madre e hijo realizando la misma gestión. Era doña Cony Morales de Mejía (+) y Sergio Francisco Mejía Morales. Este punto de encuentro casual, significó que nuestras vidas se unieran para siempre. Con Sergio coincidimos en la misma sección, primero D, en el “gallinero” como se le conocía y desde esa época (enero de 1970), mantenemos nuestra amistad.

Con el tiempo, Sergio llegaba a mi casa e igual yo llevaba a la casa de los Mejía Morales. Ellos conformaban un familión –como decimos los chapines-, pues Don Paco Mejía y Doña Cony, habían procreado 8 hijos. Ronaldo (Nalo), Mirna (Mina), Sheny (Mona), Lila, Verónica, Sergio, Juan José y Estuardo.

Así que poco a poco, me fui integrando a la familia Mejía Morales, con cada uno de ellos una agradable relación, con particulares anécdotas con cada uno. Así, por ejemplo, Lila contaba con un salón de belleza en su casa y en alguna oportunidad me dijo que me iba a cortar el pelo y así fue. Con los años y mi calvicie prematura, en las parrandas con los Mejía, la bromeaba (y todavía lo hago ahora), que por culpa de sus cortes de pelo me había quedado calvo.

Con Juan José y Estuardo, hubo múltiples reuniones, pero en una de ellas llegamos tarde y de parranda con Sergio, entramos y aquél entró al cuarto a sacar a Estuardo de su cama, para dejármela a mí y él se quedó con Juan José. Todavía años después, nos carcajeamos alegremente de esta charada. Estuardo me decía: “a mí me fueron a sacar de mi cama a la medianoche para que durmiera ahí un tal Chicho”.

Una vez fuimos a una piscina y Sergio llegó con un primo de él, se llamaba Fernando (Nando), con quien entablamos una buena relación. Aquél fue el primero de los García Morales, sanjuaneros de corazón, a quien conocí de otra gran familia, los primos de Sergio, sobrinos de Doña Cony. Con el tiempo y las reuniones, fui conociendo a Hugo, Tulio, Toyita, Beto y Nando, todos García Morales.

Al igual que los Mejía Morales, los García Morales me incluyeron en su familia, con lo cual pude conocer a cada uno de ellos, como magníficas personas, Hugo y Tulio eran los profesionales que delinearon un sueño y con la ayuda del resto de su familia construyeron una gran empresa, que luego se convirtió en distintas empresas de bienes y servicios.

Los fallecimientos de Don Paco, doña Cony, Nalo y de un hijo de Tulio, fueron sucesos muy duros para ambos núcleos familiares. Desafortunadamente el sábado pasado, nos dejó Hugo García, víctima del COVID 19. No se me olvida una vez, en una reunión en la casa de Herman Petersen, el esposo de Verónica Mejía, Hugo tomó la palabra haciendo alusión a la importancia de la familia, a la unión que los había caracterizado y me volteó a ver directamente, me señaló con su dedo y me dijo: “… y esto Chicho, lo digo incluyéndote a vos, me oís”.

Hoy lamento dolorosamente su fallecimiento, Hugo era un tipazo, pero para mayor inri, unos días antes falleció mi buen amigo Chema, otro miembro de la familia, esposo de Toyita. A estas dos grandes y queridas familias envío mi más sentido pésame. Sin duda perdimos a un hombre incomparable. Hasta siempre Hugo, descansá en paz querido Hugo.

Artículo anterior¡Ay, mis hijos! ¡Ay, mis hijos!
Artículo siguienteSobre la privacidad de nuestros datos