Carlos Rolando Yax Medrano

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Carlos Rolando Yax Medrano

Acusado de ordenar la matanza de 1,771 personas del pueblo maya ixil, el General fue condenado a 50 años de cárcel por genocidio y a 30 años de cárcel por crímenes de guerra. Quien no se rindió ante el golpista dictador, fue fusilado. Dijo en televisión, sin ningún escrúpulo, que así iba a hacerlo. Quedó grabado en video, para no dejar lugar a dudas, cuando dijo que él iba a matar. Sin embargo, la Corte de Constitucionalidad le anuló la sentencia de 80 años de prisión, porque él nunca autorizó, nunca firmó, nunca propuso y nunca ordenó el asesinato de nadie. ¿Matar? Si. ¿Fusilar? Si. ¿Asesinar? Jamás.

Guatemala es el país de lo real maravilloso. Es difícil distinguir la ficción de la realidad. Y es así porque la realidad tiene, la mayoría de las veces, menos explicaciones que la ficción. Parece más normal la leyenda de una mujer cuya alma deambula por las calles llorando por sus hijos. Se concibe más posible que si se escucha un llanto cerca, esa mujer está lejos y que si se escucha un llanto lejos, esa mujer está cerca. Es más probable escuchar a un fantasma gritar “¡ay, mis hijos!” que a un tribunal sentenciar que sí hubo genocidio.

Hay temas con los que no hay que meterse, con los que hay que tener cuidado. El General debe ser recordado como héroe, no cómo víctima. Porque si el General cae, detrás van todos. Y La Llorona se mete con esos temas. Aunque no es una cuestión de lados, pedir justicia para las víctimas siempre será cosa de comunistas. Trabajar por la construcción de la paz por medio del reconocimiento de la verdad siempre será cosa de izquierdistas. Pero, con la película, todos esos intentos de descalificación no encuentran tierra fértil ante una audiencia a la que no le queda nada más por hacer que aplaudir.

La Llorona es la democratización de la historia a través de la cultura popular. Que haya sido nominada a tantos premios es un logro moral. Algunos dicen que para que el país avance hay que ir para adelante, pero eso no significa dejar todo atrás. Desde el principio, la película expresa la cruda realidad para los pueblos indígenas en Guatemala: “Mis papás les han dado casa, comida, buena paga… Los tratan como de la familia, los consienten ¡hasta tortillas les compran! En ningún otro lugar los van a tratar así. Son unos malagradecidos”… Racismo, clasismo, machismo, todo queda expuesto.

No es justo que los inocentes hayan pagado por las consecuencias, las consecuencias de un conflicto armado del que no sabían nada y del que no querían nada. Tampoco es justo que, a pesar de haber sido las víctimas, encima se les quiera hacer responsables de una herida tan grande que el tiempo en sí mismo no será suficiente para sanarla. La Llorona le da vida a las palabras “a mí no me da vergüenza venir a contarles lo que viví, espero que a ustedes no les de vergüenza hacer justicia”.

Deseo que la obra de arte que dirigió Jayro Bustamante gane el Goya, el Globo de Oro y el Óscar. Sin embargo, los tres premios juntos no serían su mayor logro. Han logrado contar la historia mejor que cualquier libro, porque no habrá persona que no quiera oír esa historia. Y, en Guatemala, nadie nunca había logrado eso. Mi admiración, la de Guatemala y la del mundo entero es para todas las personas que fueron parte.

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