Desde el sábado se registra un incendio en el vertedero de AMSA. Foto La Hora/Conred

Lo que está ocurriendo en el vertedero de basura de la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca y del Lago de Amatitlán, situado en el kilómetro 22 de la ruta al pacífico, debe entenderse como parte del absoluto abandono que en Guatemala existe para los temas ambientales pues es reflejo de la indiferencia e incapacidad para implementar políticas que no se limitan al tratamiento de la basura sino que deben revertir el constante deterioro de nuestro entorno ecológico que se refleja, entre otras cosas, en el abandono de prácticamente todas las cuencas de los ríos del país.

Hablar de Amatitlán nos tiene que retrotraer, por fuerza, al episodio de la “agüita mágica” de Roxana Baldetti porque eso explica todo pues todo se reduce a lo mismo. En nuestro país no existen políticas serias porque lo que no deja sobra no genera obra, para usar la famosa frase de aquel cínico representante de la Organización Internacional para las Migraciones. Y teniendo un Ministerio de Ambiente da pena que tantos años de gasto en esa dependencia no hayan servido absolutamente de nada más que para el despilfarro de los recursos públicos.

No existe ninguna política nacional para el tratamiento de la basura y a lo más que se ha llegado es a centralizar en vertederos su disposición. Idealmente esos vertederos debieran ser, al menos, rellenos sanitarios en los que mediante un adecuado procedimiento se van separando los desechos para evitar que se produzcan mezclas inflamables y luego se cubren con capas de tierra pero como es más cómodo y más barato simplemente ir a tirar los desperdicios, las autoridades se han quedado con esa riesgosa práctica.

El incendio pone sobre el tapete un problema más extendido y serio. Hoy, por supuesto, urge aplacar las llamas porque están generando humo que compromete la salud de quienes viven en los alrededores, pero lo más importante es entender que el país no puede seguir en esa senda de abandono porque el daño que estamos haciendo a futuras generaciones puede ser irreparable.

La pavorosa humareda que está cubriendo un extenso territorio no sólo es insoportable sino que es una clara advertencia del efecto que tiene la desidia e incapacidad de las autoridades. Se nombran ministros por compadrazgo, y dentro de la tónica general del Estado de designar a socios que sirvan para generar negocios que permitan repartirse el dinero, pero jamás se piensa en verdaderos expertos en los temas que lleguen a impulsar políticas sensatas y el vertedero es reflejo de lo que es nuestro sistema político.

Redacción La Hora

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