Napoleón Barrientos

napo10211@gmail.com

Guatemalteco, originario de Alta Verapaz, forjado bajo los principios de disciplina, objetividad y amor a la patria; defensor del estado de derecho, de los principios de la democracia, con experiencia en administración pública, seguridad y liderazgo de unidades interinstitucionales.

post author

David Barrientos

El reciente cambio en el poder ejecutivo en los Estados Unidos de América genera expectativas de interés global; para el llamado triángulo norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador) que se ha convertido en la frontera sur de los Estados Unidos, genera una perspectiva particular. El plan anunciado por la administración Biden para la región retoma el plan para la prosperidad del presidente Obama, el cual es también parte de la estrategia americana para mantener la histórica hegemonía en Centroamérica y detener las caravanas y el goteo constante de centroamericanos que migran de manera irregular al norte del continente; llamado ahora Plan para fortalecer la seguridad y la prosperidad, que en caso se concrete podría contribuir a reconstruir una región con naciones mas sólidas, seguras y capaces de ofrecer oportunidades de futuro a su propia gente y porque además para el Norte tener buenos vecinos siempre es conveniente.

Los Estados Unidos de América y los Estados de Centroamérica tienen una relación por proximidad, historia, conexiones familiares, además de la sumisión latina por encontrarnos en la cercana esfera de su influencia, una relación bajo la lupa geoestratégica. La recién estrenada administración demócrata ha publicado una estrategia para América Central basada en: la movilización de la inversión privada en la región; el mejoramiento de la seguridad y el estado de derecho; el abordaje de la corrupción endémica y la priorización de la reducción de la pobreza y el desarrollo económico. En una estrategia integral que duraría cuatro años y costaría cuatro mil millones de dólares, lo que crea obvias expectativas. Abordar estos temas de manera compartida requiere de un compromiso regional, que incluye cambios sistémicos, reformas, asignación de una cantidad sustancial de recursos propios, acomodamiento de políticas y compromiso de los liderazgos regionales y alianzas público-privadas para complementar los fondos gubernamentales.

En fin, se espera una influencia que fomente el respeto y la cooperación, alejada de intenciones ideológicas tendenciosas y excluyentes en la región, que seguramente tendría tropiezos que dañan la estabilidad, pronunciando la polarización e impidiendo la consolidación de la democracia, eso sí, con beneficiados muy peculiares. La expectativa es no solo por lo anunciado, también es porque el plan durante el periodo del presidente Obama nunca se llevó a cabo, o nunca se supo de su impacto en la región mencionada. La globalización y la interdependencia son por ahora una tendencia real, impulsada y a la vez detenida por la pandemia COVID, su esperado control aclarara el panorama y desnudara el giro económico y social del nuevo mundo, donde la tendencia puede estar alejada de los extremos ideológicos reales o utilizados como banderas políticas inundadas de parafernalia romántica.

Lo que necesitamos los ciudadanos en la región es enfrentar los problemas sobre diagnosticados de manera muy concreta, y para hacerlo se necesita de hombres y mujeres libres, que dejen por un lado los particularismos que solo aumentan los niveles de la romántica polarización, de la cual se han aprovechado un reducido grupo de personas por sus posibilidades de mediatización, lo que les genera bienestar personal y/o corporativo.

Artículo anteriorLos partidos políticos (II)
Artículo siguiente¿Inteligencia artificial?