Sergio Penagos
Un partido es una comunidad con una estructura particular.
Maurice Duverger
Las organizaciones políticas latinoamericanos, nacidas en los albores del siglo XX, se estructuraron sobre el carácter personalista de un tirano y la vocación excluyente de los grupos sociales que lo apoyaron; así se crearon las condiciones adecuadas para un ambiente político, que posibilitó la toma del poder por procesos no democráticos. Con el apoyo directo del Tío Sam se impuso personajes siniestros, apoyados por ejércitos serviles, para dirigir feroces y sanguinarias dictaduras, que al entronizarse en el poder, imposibilitaron la libre y abierta actividad política de los actores sociales, impidiendo el normal funcionamiento de los partidos políticos.
A partir de 1948 con la llamada guerra fría, la actividad política latinoamericana se realiza bajo el estricto control de los Estados Unidos, quienes construyeron un muro de contención al libre juego político, impidiendo la participación de la llamada izquierda. Los congresos nacionales, al servicio del dictador de turno, la declararon legalmente marginada y objeto de represión, por su carácter genérico de comunista y, posteriormente, por sus simpatías con la Revolución Cubana. De esa forma, los partidos políticos que no aceptaron la imposición, vegetaron en un espacio vedado a la activa y democrática participación ciudadana.
El Tío Sam, con la excusa de expandir y consolidar su ideología democrática, blanca, cristiana y anticomunista, identificó a su enemigo como la izquierda, tanto de influencia marxista como de vocación nacionalista. Una despiadada guerra ideológica y fáctica, consolidó su juego político durante casi medio siglo. Los golpes de estado sustituyen las elecciones, con la única excepción de México. Esas acciones desestabilizadoras y criminales alteraron la vida de las personas y su actividad política. La represión dejó a los partidos políticos sin dirigentes ni militantes al ser encarcelados y asesinados. Los sobrevivientes partieron al exilio o a la clandestinidad para seguir luchando.
Los partidos camaleónicos, mercantilistas y con dirigentes oportunistas, se fortalecieron. Aprovecharon la oportunidad para aportar a la dictadura: diputados, ministros y testaferros del presidente, conformando una jauría de cínicos e insaciables depredadores de un Estado cooptado, la mayor preocupación de estos mediocres es la reelección y la permanencia, lo que distorsiona la organización partidaria, manifestándose en traiciones, deserciones, venta y compra de voluntades, contribuyendo a desnaturalizar la función fundamental de los partidos: conquistar el poder político y ejercerlo.
En la actualidad, la organización de los partidos políticos nacionales responde a la estructura dictatorial de los gobiernos no democráticos, con un dueño, financista o caudillio unipersonal, en un ambiente de secretismo, opacidad e intransigencia, en el que sólo los viejos militantes conocen los vericuetos de la organización; así como, las sutilezas de las intrigas necesarias para que nada cambie.
En su afán de enriquecimiento ilícito, los dirigentes políticos y sus financistas, han clonado esta dictatorial estructura partidista, para fundar y operar organizaciones mercantilistas; entre ellas, Universidades privadas, sin criterio académico, ni orientación pedagógica, mucho menos, vocación de servicio. Se trata de verdaderos negocios que aprovechan las ventajas fiscales y el acceso a los centros de poder.
