David Barrientos

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Guatemalteco con educación para el análisis de coyuntura, administración, dirección, alta gestión y coordinación de proyectos de seguridad, defensa, logística y manejo de crisis, con experiencias en el liderazgo de grandes unidades militares e interinstitucionales, actualmente consultor independiente y doctorando en ciencias sociales.

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David Barrientos

Vivimos en un mundo de confrontación ideológica: por un lado, quienes creen que se es cada vez más interdependiente; y por otro donde prevalecen los particularismos, que en absoluto, nada tiene que ver con la tradicional izquierda y derecha, es más hay de las dos tendencias en el espectro divergente. Es también visible, que el socialismo ha sido utilizado para esconder o demostrar una práctica sin sustento, como Venezuela y Cuba para esconder sus incompetencias y el capitalismo que también padece la tacha semántica negativa, se asocia con actitudes codiciosas, incluso crueles. El tema incluso ha tomado matices románticos, atrayendo segmentos de la población a tal grado que los jóvenes en estas sociedades prefieren el socialismo; sin embargo, en la medida que se hacen maduros la preferencia ideológica se traslada al capitalismo.

Llevamos años de ensañamiento entre corrientes e intereses ideológicos, una ampliación de la divergencia entre actitudes políticas llevadas hasta los extremos, este desplazamiento fue una tendencia durante el siglo XX, dejando al centro ideológico con poco o nada de influencia o hasta invisibilizado. La reciente elección del presidente Biden señala al parecer una pausa al respecto; la derrota de Bernie Sanders, el más conservador de los candidatos demócratas, se entiende como el descarte del posible giro a la izquierda; además el obvio giro contra el populismo autoritario de Donald Trump, muestra la derrota de los extremos.

Un modelo de desarrollo con una combinación armoniosa de mercado liberal con Estado hace que no sea solo un sueño el desarrollo; siendo el reto, el cómo se pueden maximizar las oportunidades y como pueden enfrentarse los desafíos de la globalización, de la cual no quedaremos separados; siendo las relaciones multilaterales, favorables y fundamentales para determinar un entorno para el desarrollo; haciéndose necesario combinar el crecimiento económico y desarrollo humano, incluso existe ya una tendencia del derecho internacional del “derecho a la injerencia” y al desconocimiento de la soberanía sobre la que se debe reflexionar.

Los románticos están quedando en el baúl de los recuerdos y están prevaleciendo los sistemas que le apuntan al respeto a la propiedad privada, a los medios de producción, a que la economía se guíe por el mercado, a las elecciones periódicas que renuevan las dirigencias y que permanezca la separación de poderes, que se respeten a los derechos humanos, y al buen uso de los impuestos; estos sistemas se han vuelto exitosos. Que al final no importa cómo se cataloguen; mostrado en las economías nórdicas que se encuentran entre las más liberales, en una combinación con la protección social. La dinámica global nos muestra incluso que al inicio la globalización era un fenómeno económico, concentrado en las empresas transnacionales; hoy se ha convertido en un factor que se extiende a la política, a las sociedades, a la demografía, culturas, medio ambiente, fuentes energéticas, entre otros temas, generando una dinámica global de cambios. Todo ello hace necesario un ajuste social, en el cual la ideología política está siendo superada por el tiempo, de ahí que el mantra de la polarización debe quedar en las cavernas del presente.

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