Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

post author

Fernando Mollinedo C.

La última semana del 2020 casi toda la población cristiana alrededor del mundo se dedicó a celebrar una vez más el nacimiento de Jesús, el acontecimiento que fue un parteaguas en la vida de la civilización.

Mensajes de amor, esperanza, fortalecimiento de la fe, augurios de salud y bienaventuranza; todo esto para la realización de una conducta humana más generosa con el prójimo, solidaria, ecuánime y sobria para tratar de encontrar el bien común en la sociedad.

Lo anterior, se volvió una rutina hipócrita que persigue cumplir con la tradición social que la mayoría de las personas realiza en espera del reconocimiento social de ser buena persona que bajo el paraguas de la cristiandad cumple los mandamientos básicos religiosos.

En el sector del Gobierno del Estado de Guatemala y empresas de la iniciativa privada, hubo agasajos al personal durante diciembre con intercambio de regalos, obsequio de canastas navideñas, cadáveres de pavos y toda clase de embutidos sin faltar las botellas de licor, desde las más baratas hasta las de etiquetas de colores de acuerdo a la importancia política de los funcionarios o empleados que las recibieron.

En los altos niveles de negocios de funcionarios y empleados gubernamentales con miembros de las élites económicas, políticas, judiciales y legislativas del engranaje administrativo del Estado de Guatemala, las manifestaciones de la época navideña con sus habituales regalos deben haber sido cuantiosas, jugosas e importantes en términos pecuniarios, a efecto de asegurarse para este año las resoluciones, contratos, nombramientos, y designaciones de personas que sigan instrucciones para beneficio de sus dadivosos oferentes.

La gran pregunta es: ¿inicia el año con la misma rutina de corrupción? ¿acaso funcionó la Comisión presidencial contra la corrupción y qué resultados satisfactorios tuvo? ¿valió la pena la inversión para su funcionamiento? La población aún espera un trabajo digno de dicha instancia.

Los relevos ministeriales proyectados y los que tendrán las instituciones y dependencias de gobierno, según el término Oj Alá (del árabe hispánico law šá lláh: “si Dios quiere”) se espera que sean positivos en cuanto a capacidad, idoneidad, honradez y probidad de quienes lleguen a dirigirlas.

No dudamos que haya personas que posean tales condiciones técnicas y humanas imprescindibles para desarrollar un trabajo correcto para beneficio de la población, es decir, que sean educados y conocedores de las actividades que desarrollarán; sin olvidar el objetivo natural que es sine qua non (locución latina que significa literalmente: “sin la cual no”) para ejecutar funciones del servicio público.

Los funcionarios gubernamentales devengan sueldos suficientemente buenos para su sustento personal y familiar, tan así que, el Estado les paga combustibles, cuotas telefónicas, guardaespaldas, gastos de representación, dietas, viajes al exterior, viáticos y otras granjerías que, en razón de la verdad, no tienen necesidad de robar, hurtar, desviar y apropiarse del dinero que no es suyo; pues eso los presenta ante la sociedad como unos vulgares ladrones.

Artículo anteriorCriterios sobre el antejuicio
Artículo siguienteLa seguridad, esfuerzo integral