Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

post author

Por: Adrián Zapata
Finalmente sabemos, de manera oficial, quién ganó las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. El Colegio Electoral de ese país confirmó la victoria de Biden el pasado lunes. Este hecho político me lleva a las reflexiones que expongo a continuación.

Primero, lo aberrante de un modelo electoral en el cual el ganador puede ser quien haya perdido el voto popular, hecho político que ha sucedido en la historia de los Estados Unidos. El mismo Trump, en su momento, perdió dicho voto y fue electo Presidente por los votos del Colegio Electoral. Eso es una incoherencia sistémica en la democracia estadounidense.

Segundo, la judicialización de la política que ha infectado los sistemas democráticos y que ahora se expresó en ese país. Las Cortes deciden sobre los principales conflictos políticos. Las consecuencias de este travestismo debilitan las democracias porque controlar o al menos incidir en la conformación y práctica del poder judicial se convierte en un objetivo de la política. El hecho que las cortes definan esos conflictos significa un debilitamiento de la esencia republicana de la división de poderes, sin la cual no puede existir la democracia en su versión liberal.

Tercero, el significado del “trumpismo” para el imperio. El triunfo de Biden en términos de voto popular es débil, la diferencia fue precaria. La sociedad norteamericana se ha polarizado, el establishment se ha debilitado, con el consecuente deterioro de la estabilidad. Biden tiene el reto de “reunificar al país”. Por eso, en su discurso a la nación el mensaje principal estuvo dirigido a la unidad de los norteamericanos, ahora que el proceso electoral concluyó. Eso es fundamental para la gobernabilidad del país, pero también en función de la geopolítica. Trump debilitó el rol hegemónico del imperio en el mundo, frente a la irrupción de China en la lucha geopolítica, de la recomposición de Rusia en ese escenario, y del irrespeto de la vieja Europa ante el pedestre gobierno de Trump.

Cuarto, que debería ser nuestra principal preocupación, las implicaciones de la llegada de los demócratas para la política de los Estados Unidos hacia Guatemala. Acá es previsible que se restablezca la política bipartidista y el rol del establishment en su “incidencia” en nuestro país. Se recupera la comprensión sobre la gran relevancia que tiene Guatemala para ellos, a pesar de su pequeñez (en todos los sentidos), dada nuestra ubicación geográfica. Un estado cooptado por las mafias y el crimen organizado es disfuncional para su “seguridad nacional”. De igual manera, la migración irregular es un tema de alto interés para los Estados Unidos, fenómeno que debe ser abordado en sus causas estructurales para que efectivamente se logre controlar, tal como lo planteó la fallida “Alianza para la prosperidad del triángulo norte”, que se intentó impulsar en el gobierno de Obama, bajo la conducción de Biden. El retorno a la política bipartidista en contra de la corrupción y la impunidad es una afortunada coincidencia, coyuntural sin duda, entre los intereses imperiales y los nuestros como guatemaltecos.

Así que a nivel mundial hay expectativas diversas sobre el rumbo que seguirá el nuevo gobierno norteamericano. La unipolaridad que produjo la caída de la Unión Soviética y que siguió a la bipolaridad de los tiempos de la “guerra fría” ya son cosas del pasado. Hay mejores condiciones para un multilateralismo. Y, mientras tanto, nosotros los guatemaltecos seguimos sin una política internacional realista y consensuada de cara al imperio, para aprovechar las convergencias.

Artículo anteriorRevirtamos la exclusión social y la depredación
Artículo siguienteSuperar las algarrobas