Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Siempre he dicho que los políticos corruptos llegan hasta donde el pueblo deja y lo comprueba la reculada que están dando con el tema del presupuesto luego de una masiva y pacífica concentración en la Plaza Central, donde gente de todos los sectores y estratos se manifestó en contra de una de las más descaradas y abusivas muestras del abuso de poder. Pienso que lo del presupuesto se puede comparar con los desplantes que hacía Roxana Baldetti burlándose del pueblo y que, finalmente, fueron en buena medida el motor para esa reacción ciudadana que sirvió de sólido respaldo para que las investigaciones en su contra no quedaran engavetadas, como siempre ocurría cuando se sabía de algún caso de corrupción en gran escala.

Sin La Plaza en el 2015 no se hubiera logrado desmontar la corrupción del Partido Patriota y Guatemala fue ejemplo ante el mundo de una reacción ciudadana en contra de esa forma tan criminal de robarle hasta las oportunidades y la esperanza a todo un pueblo. Y en ese momento, como ahora, el Presidente de la República tuvo la oportunidad de convertirse en el abanderado de la lucha por la reforma del sistema, de promover los cambios profundos que el país necesita porque nadie conocía, como él, esos vericuetos del poder que permiten el enriquecimiento ilícito de unos pocos y la acumulación de privilegios para otros tantos, mientras el pueblo languidece sin esperanza más allá de la que le impulsa a emprender la migración.

Lo que quiero decir es que si Giammattei fue sincero cuando dijo que no quería ser recordado como otro hijo de puta más en la presidencia, ahora tiene la oportunidad de hacer algo realmente importante y trascendente para su Patria. En vez de arroparse con los pícaros de siempre puede intentar una alianza con el pueblo que demanda cambios, transparencia y decencia. Es su última oportunidad para hacerlo y deberá sopesar realmente lo que está en juego, no sólo desde su perspectiva personal, sino para la sociedad en su conjunto. Se pasó 20 años viviendo con el sueño de ser Presidente y lo menos que debe hacer es dar un viraje total, de 180 grados, para romper con sus financistas, con los partidos que conformaron la alianza oficialista y con todos los que hacen esfuerzos por asegurar la captura del Estado para su propio beneficio.

Sé que leyendo esas líneas ya son muchos los que me dirán que soy un ingenuo, además de baboso, por creer que se le puede dar vuelta como a un calcetín a uno de los políticos tradicionales de nuestro medio. Y es cierto, porque todos se acomodan tanto y se bañan en pisto de tal manera que no les es fácil un momento de cordura y sensatez. Pero es momento de pensar también en el futuro del país porque lo están arrinconando de tal manera que pueda producirse no sólo un estallido social, sino en esta época de variados y perniciosos populismos, una salida que pueda ser de aquellos remedios que son peor que la enfermedad.

Si Giammattei no se sube al barco de la gente honrada que clama por reformas, sellará su suerte y su destino, pero también pondrá en grave riesgo el futuro de Guatemala.

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