Napoleón Barrientos

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Guatemalteco con educación para el análisis de coyuntura, administración, dirección, alta gestión y coordinación de proyectos de seguridad, defensa, logística y manejo de crisis, con experiencias en el liderazgo de grandes unidades militares e interinstitucionales, actualmente consultor independiente y doctorando en ciencias sociales.

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David Barrientos

Históricamente el concepto de riesgo está asociado a la idea de contratiempo o perjuicio, a la probabilidad de que territorio y sociedad que habita en él, se vean afectados por episodios naturales o antrópicos de rango extraordinario. Al respecto están al alcance diferentes estudios como instrumentos referenciales globales, regionales y nacionales de diversos organismos que advierten respecto a los riesgos existentes y hacen énfasis en la indispensable infraestructura resiliente, ignorarlos es: no solo terrible, es inhumano.

El riesgo especifico de un país o región se determina multiplicando su exposición por su vulnerabilidad, siendo por consiguiente el riesgo más alto donde la exposición a los peligros naturales coincide con sociedades sin infraestructura fiable; o sea, un país se puede encontrar en una zona expuesta y, aun así, logra minimizar los impactos; siempre y cuando, en la concepción, diseño, decisión y ejecución de las obras de infraestructura se contemple la vulnerabilidad de la región. Los países bajos son un ejemplo de tal desarrollo, pues pese a su alto riesgo: su ubicación geográfica, donde más del 25 por ciento de su población vive en tierras ubicadas más bajo que el nivel del mar, el cambio climático implica la subida del nivel de los océanos y en una zona con amenaza de temporales devastadores, la protección de las zonas costeras se ha convertido en una prioridad para ellos, el diseño de su infraestructura minimiza los impactos de la fuerza de la naturaleza; aun así, son la quinta economía de la zona euro.

Centroamérica y el Caribe es una de las regiones con alto riesgo de desastres naturales y si le sumamos una infraestructura logística deficiente, entendemos como la amenaza se ha vuelto exponencial y por tanto ha sido trágica, pues es común que las áreas de alta exposición estén habitadas por personas que viven desatendidas y en pobreza, con construcciones para la vivienda en zonas de riesgo, con ausencia o insuficientes rutas de transporte, sin redes de fluido eléctrico, entre otras debilidades; lo que incluso obstaculiza o retrasa la asistencia y la ayuda humanitaria crucial para las víctimas. Así podemos entender lo devastador que han resultado los fenómenos naturales extraordinarios en la región, aumentando el crecimiento de la pobreza.

Podemos asegurar entonces que una infraestructura resiliente no solo previene las consecuencias, también puede desempeñar un papel crucial para la evacuación, distribución de suministros y la reconstrucción; cuando los proyectos de infraestructura nacen de necesidades sociales y son concebidos con la claridad de que cada proyecto es único, pues no supone una operación de rutina sino con objetivos específicos que deben tenerse claros durante su gestión, que incluye la aplicación de conocimientos, habilidades técnicas basadas en una planificación adecuada; es sin duda una competencia estratégica.

Lo que vemos con frecuencia es que nos centramos en la atención a muy corto plazo con las dificultades mencionadas, prestando nada o poca importancia en garantizar una infraestructura resiliente; esto implica que: es urgente un giro en esta área de interés general, siendo pertinente preguntarnos ahora: ¿cómo se conciben las obras de infraestructura en nuestros países?

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