Flaminio Bonilla

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Flaminio Bonilla Valdizón
flamabonilla@gmail.com

Hace algunos años preparé con un pequeño –Ensayo-; ahora los comparto para su crítica y dilucidación. Porque es muy importante el enfoque axiológico de lo que entendemos por democracia, pero resulta una tarea problemática situar el marco teórico en que debemos conceptualizarla. Pero cuando la entendemos como una forma de vida que se afianza y halla su base en la comprensión, la solidaridad y la cooperación que debe privar en los hombres que pretenden realizar su destino dentro de esta forma política de ser, es que nos hemos aproximado a entender que es una filosofía general de la vida humana y de la vida política. . . un estado de espíritu como decía Jacques Maritain. Por ello la idea de persona y de dignidad humana es un elemento fundamental de la democracia, pero de la democracia concebida dentro de un esquema de libertad y de un verdadero estado de derecho, dentro de esa situación de legalidad en que se encuentra asentada la comunidad nacional. Pero no basta tener el marco conceptual de la democracia, no basta la implementación jurídica y política de un estado de derecho, no basta el axioma teorizante de la libertad. Debe hacerse un enfoque serio, honesto y realista de la democracia como sistema de vida, de los derechos y deberes que la democracia trae anejos, hacer la evaluación del ejercicio de esos derechos, localizar los errores que pudieron cometerse, identificar las motivaciones de la transgresión, para luego con un sincero propósito de enmienda, acometer todo aquello que tenga un claro significado y objetivo de dar firmeza y primacía a los valores y derechos de la persona humana, reconociendo que la democracia es también un sistema político en que el hombre es el eje del mundo y la razón primaria de toda elaboración doctrinal y de construcción del ordenamiento jurídico.

El anterior prolegómeno porque derecho, moral y libertad deben correr de la mano. La moral requiere rectitud de los propósitos, pero no solo se preocupa al decir de Giorgio del Vecchio, por el fuero interno del sujeto, ni el derecho considera únicamente la exterioridad de las actitudes; la moral asimismo demanda que actuemos con rectitud y hagamos que cristalicen en actos nuestros propósitos y el derecho no busca de manera exclusiva la mera adecuación exterior, la simple legalidad, sino también atiende a los resortes de la conducta. Y la libertad ¿por qué hablar de ella?.‑ En el cotidiano vivir entendemos a la libertad como la ausencia de trabas, pero esto es relación con animales y cosas. Es ésta una acepción simplista. Debemos de consiguiente distinguir la libertad como atributo de la voluntad del ser humano, de la libertad como derecho. Los romanos decían: «libertas est potestas faciendi id quod Jure licet» ‑la libertad es la facultad de hacer lo que el derecho permite‑. Por ello es que debemos encajar esa libertad en el ámbito jurídico, hablar de la libertad jurídica. Debe distinguirse la libertad del querer, como hecho, de la libertad jurídica, que es una facultad que se deriva de una norma.

Y si la libertad deriva de normas de conducta humana que el propio hombre se ha dado, la libertad tiene límites, tiene freno, trae implícita responsabilidad. Es una libertad realizada y vivida dentro de los límites de la moral y el derecho, una libertad ética, una conducta libre pero sin libertinaje, sin abuso, sin coacción, sin infracción, sin quebrantamiento, sin violación. Entonces podemos afirmar que no puede existir un estado de derecho sin una firme sustentación moral, que la libertad del hombre debe corresponder a la moralidad, que la democracia implica libertades de índole diverso pero ejercidas y desarrolladas dentro de patrones éticos, dentro de un régimen legalista, dentro de un régimen de justicia. Solo un comportamiento humano que recoja esta forma de entender la democracia, la libertad, la moral y la justicia, podrá frenar la crisis valorativa en que se hallan inmersos muchos sistemas y sus instituciones. Podemos afirmar que nuestro país tiene creada la infraestructura jurídica sobre la cual se sustenta un estado de derecho y un régimen de legalidad, pero es necesario enfrentarnos a la crisis moral que ha socavado los más profundos cimientos de nuestra sociedad. Las instituciones representan la más valiosa conquista de la vida del hombre en sociedad y en su accionar deben implementarse criterios y patrones que no sean autoritarios y despreciativos, para que se afirme su correcta y adecuada continuidad histórica. Es necesario pues, revisar las instituciones democráticas con un profundo espíritu de responsabilidad, honestidad y solidaridad. Recordemos que las instituciones por sí mismas no tienen una significación ética, sino es el hombre quién le inyecta y transmite el vigor de su catadura moral. No podemos negar que en la sociedad guatemalteca, en las instancias políticas, en el ámbito público y privado se ha vulnerado el valor de las instituciones, se las ha atropellado y en nombre de la libertad y de la democracia, se han cometido tremendas arbitrariedades y abultadas injusticias. Algunos miembros de la clase política y muchos empresarios han sido corruptos, ladrones, perversión, pedantes, narcisistas, prepotentes, vanidosos, abusivos y han frenado el encauzamiento eficiente, adecuado, sin groseras vulneraciones, sin aberraciones jurídicas, de un régimen de legalidad que permita a Guatemala llegar a ser un día una Nación con un sistema de vida verdaderamente democrático. Bien dice Eduardo Valdovinos, que en algunos se despierta un apetito insaciable de lucro, un vicio por el placer material, un encumbramiento desmedido de algunas actividades fútiles. Eso se dio en parte de la clase gobernante del pasado del 1986 y nuestro presente a 2020; como será el futuro algunos se volvió más amante de la popularidad que de la gloria y pulularon los oportunistas y mediocres que rápidamente se encaramaron al árbol de la celebridad con una aureola de infalibles nacida de un fatuo prestigio. No se conformaron con una existencia austera, sino buscaron el lujo, el derroche, el despilfarro desmedido, y despreciaron a una clase de donde alguna vez muchos de ellos salieron cargados de ilusiones y proyectos, de sueños y aspiraciones, pero que pronto trocaron por la opulencia y hartazgo de ellos y la pobreza y miseria de otros.

¿Hay muchos fariseos? ¿Que tienen? Dignidad, Solidaridad y Justicia.

¿En la severidad y la idea de la JUSTICIA de dar a cada uno lo que le pertenece; en la Justicia como una sensación y sentimiento de satisfacción que se produce cuando lo justo se realiza y vive con sabiduría, decencia y equidad?

¿En la DIGNIDAD como un valor supremo del hombre honesto, vertical y recto con un comportamiento decoroso; en la Dignidad como una actitud del hombre que no cambia jamás su línea de conducta ante ofrecimientos materiales de poder, dinero, vanidad y lujo?

¿En la SOLIDARIDAD como un valor permanente que debe privar dentro del género humano en la tarea de crear una sociedad civil más justa, más fraternal, más libre y más humana; creerán en la Solidaridad como una comunidad de interesas y responsabilidades que hacen del hombre la persona humana que debe ser el centro de toda la actitud social y política de nuestro mundo?

-La inquietud queda el que le venga al guante que se le plante-

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