En la foto una de las reuniones que ha tenido la Comisión de Finanzas del Congreso para discutir el Presupuesto 2021. Foto La Hora/Congreso

El complemento inmediato de los acuerdos para elegir la Junta Directiva del Congreso para el próximo año es la aprobación del Presupuesto más grande de la historia del país que por trescientos millones no llegará a los cien mil millones de quetzales. Desde hace mucho tiempo ese instrumento para regular el gasto público se ha convertido en la caja chica de los políticos que, mediante el famoso Listado Geográfico de Obras y otras asignaciones, se reparten millones que van a parar a los bolsillos, o quizá a las maletas, de los diputados que conforman las respectivas alianzas que el oficialismo anualmente se encarga de estructurar para disponer de los votos necesarios para tener control del Poder Legislativo.

La corrupción está diseminada en todo el sector público y es difícil encontrar un área en la que no haya hecho estragos, pero en lo relacionado a la construcción de obra pública es obvio que allí, como con las medicinas en el área de salud, se roba descaradamente y en forma sistemática. Tanto como para que la infraestructura nacional esté hecha un desastre porque resulta que en cada obra y en cada trabajo de mantenimiento lo que realmente importa es el soborno y jamás la calidad o el precio de lo construido. Y es que a menor calidad y mayor precio, más queda para que se repartan.

Un tercio de ese presupuesto, o sea más de treinta y tres mil millones, será financiado con endeudamiento, lo que tiene serias implicaciones. Los “técnicos” dicen que el país todavía tiene capacidad de endeudamiento, pero no podemos olvidar que somos un país que subsiste económicamente de las remesas que envían nuestros compatriotas y, además, que no hay realmente inversión para el desarrollo porque todo el Presupuesto se hace con la mentalidad de que de allí debe salir el dinero para las millonarias coimas que se roban literalmente día a día.

Ni un mínimo esfuerzo por la transparencia es la mejor evidencia de que aquí nada ha cambiado, más allá de las cantidades que cada año son mayores para beneficio de los que saquean al país. El endeudamiento no es un problema tan grave si el dinero se invierte para que los países puedan producir más, pero cuando se endeudan para aumentar el monto de la corrupción, esa deuda es un pecado imperdonable porque tendrá gravísimas consecuencias para la población que por generaciones deberá destinar una gran parte de sus impuestos a cubrir los pagos de esa millonada, parte de la cual terminará en enormes maletas mientras se hace el respectivo lavado.

Redacción La Hora

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