El presidente de la Junta Directiva del IGSS, Carlos Contreras, se refirió ayer a situaciones como la sucedida en una clínica. Captura de pantalla

Ayer el Presidente de la Junta Directiva del IGSS informó que se decidió cancelar el contrato con el Instituto Cardiovascular en donde se produjo el incidente entre el médico dueño del negocio y un paciente que reclamaba atención luego de haber esperado varias horas y que en vez de atención se ganó una carretada de insultos y agresiones del galeno. Lo insólito del caso es que haya quedado registrado para circularlo profusamente en las redes sociales, pero ni por asomo es un hecho aislado sino que refleja cabalmente la queja que los trabajadores afiliados al Instituto hacen ante el trato recibido cuando son referidos a algunas de las muchas clínicas privadas que ha contratado la institución para atender enfermedades específicas.

En efecto, en muchas de ellas se hace sentir al paciente del IGSS que le están haciendo un favor y tienen preferencia notable los pacientes particulares, no obstante que al Instituto le cobran enormes sumas de dinero que llegan a convertirse en la principal fuente de ingreso. Pero con todo y eso se dan el lujo de ver y tratar con desprecio a quien, para recibir atención, tiene que presentar su carnet del seguro social.

Las quejas de los trabajadores son constantes y, en buena medida, resignadas porque se les hace ver que les están haciendo un favor recibiéndolos en clínicas privadas, la mayoría acepta como inevitable el trato despectivo, situación que saltó a la vista no sólo con ese video sino con otro que también le fue hecho al mismo médico en diferente ocasión, cuando le dice a un paciente que él no está pagando por el servicio.

La subcontratación de servicios en el IGSS empezó hace tiempo y no es distinta a otro tipo de contrataciones que se hacen en la institución donde lo que menos ha importado históricamente es el buen trato a los afiliados. Estamos hablando de negocios millonarios que le pueden cambiar la vida a quienes los proveen y, por supuesto, a quienes los seleccionan. Y como de todos modos el dinero que se les entrega no es de ellos sino sale del fondo creado con aportes de empleados y empleadores, pues hacer chinche no es cosa del otro mundo.

Si se quiere defender en realidad la autonomía del IGSS y evitar que le metan mano grupos mafiosos, nada mejor que trabajar más y mejor por los afiliados para que éstos sean los principales defensores de un sistema que les sirve eficientemente. Por ello es un buen paso el dado, pero es insuficiente porque las quejas son demasiadas.

Redacción La Hora

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