Los niños con un diagnóstico positivo de COVID-19 tienen muchas menos probabilidades de ser hospitalizados o tener un desenlace fatal que los adultos (eso no significa que entonces pongámoslos en riesgo). Foto la hora / AP

Alfonso Mata

¿Cuál es la relación del niño (0-18 años) en el COVID-19 y con el SARCOV-2?, mucho queda por aclarar aun. En Guatemala estudios al respecto no existen, y entonces ¿qué sucederá durante el ciclo escolar 2021?

Es igualmente claro, aunque la mayoría de la gente prefiere no hablar de ello, que los niños y jóvenes también pueden morir o sufrir daños duraderos como resultado de una infección por COVID-19. Los datos recientes de vigilancia de hospitalización por COVID-19 de que habla el CDC, muestran que la tasa de hospitalización entre los niños es baja (8 por 100.000 habitantes) en comparación con la de los adultos (164.5 por 100.000 habitantes) aun así, nadie quiere ver a un niño muerto o con secuelas.

Debemos entonces documentarnos de otras fuentes. Recientemente la Unión Europea hizo una evaluación dentro de sus países y sus conclusiones generales pueden ayudarnos a un entendimiento del problema. He acá esas conclusiones.

Una pequeña proporción [<5%] de todos los casos de COVID-19 notificados en la UE / EEE y el Reino Unido son niños (personas de 18 años o menos).

Los niños con un diagnóstico positivo de COVID-19 tienen muchas menos probabilidades de ser hospitalizados o tener un desenlace fatal que los adultos (eso no significa que entonces pongámoslos en riesgo).

En los niños, la infección suele ser más leve o asintomática, lo que significa que la infección puede pasar desapercibida o no diagnosticada. (Eso no significa que entonces pongámoslos en riesgo).

Cuando muestran síntomas, los niños excretan la misma cantidad de virus que los adultos y, por lo tanto, son contaminantes importantes a nivel igual que los adultos. Se desconoce la infecciosidad de los niños asintomáticos. Nuevos estudios en EE. UU. muestran que las cargas virales del coronavirus son especialmente altas entre los niños y los jóvenes y pueden propagarlo sin saberlo durante semanas. ¿Qué podría significar eso para las escuelas que intentan reabrir? Un posible explicación la da un estudio en que los científicos encontraron muchos menos receptores ACE-2 entre los niños más pequeños que entre los jóvenes y los adultos. Se cree que esos receptores son la puerta de entrada del SARS-CoV-2 a las células del cuerpo.

Aunque se han documentado muy pocos casos agrupados de COVID-19 en las escuelas, ocurren y pueden ser difíciles de detectar, debido a los pocos síntomas en los niños infectados. Lo interesante de conocer es: cuántos niño no desarrollaron síntomas durante la infección (20-30% dicen algunos estudios), el 20%-25% comenzó asintomático pero luego desarrolló síntomas, y el 50-60% resultó sintomático.

Los estudios también han mostrado grandes diferencias en la cantidad de tiempo que los niños permanecieron sintomáticos, que van desde tres días a tres semanas. Una quinta parte de los pacientes asintomáticos y aproximadamente la mitad de los pacientes sintomáticos seguían transmitiendo el virus SARS-CoV-2 semanas después de la infección inicial, aunque esto no reflejaba directamente su contagio.

La mayoría de los países informan una seroprevalencia ligeramente menor en niños que en adultos, pero estas diferencias aún no se han confirmado. Es necesario realizar estudios más específicos en niños para comprender mejor la dinámica de la infección y la producción de anticuerpos.

Las investigaciones de casos en las escuelas, sugieren que la transmisión de niño a niño en la escuela es rara y no es la causa principal de la infección por SARS-CoV-2 en niños con una infección coincidente.

Si se aplican medidas de distanciamiento físico e higiene, es poco probable que las escuelas sean entornos más favorables para la propagación del virus que los entornos laborales o de ocio con densidades de población similares.

En estos momentos, los países europeos y Estados Unidos observan que luego de las flexibilizaciones del distanciamiento social, junto con fiestas y eventos concurridos, trasportes públicos, etc, las tasas de infección son ahora las más altas. Un gran número de los que dan positivo por COVID-19 ahora son jóvenes, lo que reduce la edad promedio de infección a la cifra más baja registrada desde que comenzó la pandemia. En nuestro medio aparentemente sucede lo mismo.

Las mascarillas faciales obligatorias, el distanciamiento físico, las normas de higiene y los grupos de estudio establecidos pueden reducir el riesgo de propagación. Ese es el consenso, pero la forma de abordar estos problemas, así como la frecuencia con la que las clases deben realizarse en línea o en persona, permanece abierta a interpretación en muchos países. El impacto del cierre / reapertura de escuelas en los niveles de transmisión en la comunidad es tema de publicaciones contradictorias. Sin embargo, el rastreo de contactos en torno a un caso en las escuelas y los datos de varios países de la UE sugieren que la reapertura de las escuelas no se ha asociado con un aumento en la transmisión comunitaria.

Los datos disponibles también indican que es poco probable que cerrar las guarderías y las escuelas por sí solo sea una medida de control eficaz para limitar la transmisión comunitaria de COVID-19. Es poco probable que tales cierres aumenten la protección de los niños, y la mayoría desarrolla una forma muy leve de COVID-19, o incluso no presenta síntomas. Lo que si resulta evidente es que las decisiones sobre la implementación de medidas de control en las escuelas y los cierres / aperturas de estos establecimientos, deben ser consistentes con otras decisiones sobre distanciamiento físico y salud pública en la comunidad.

Pero hay otros elementos a considerar que debemos tener en cuenta. A otros países no les ha ido tan bien con la reapertura de escuelas. Reabrir escuelas en lugares de altas temperaturas es un riesgo pues altas temperaturas dificultan que los estudiantes usen máscaras. Las aulas llenas hace casi imposible el distanciamiento social y, quizás, la ilusión de que el virus había sido vencido, creando una falsa sensación de seguridad. El riesgo es proporcionar un entorno en el que los niños se transmitan el virus entre sí sin saberlo, lo que puede provocar la transmisión comunitaria. Eso es particularmente preocupante para quienes tienen afecciones subyacentes y las personas mayores, que son más vulnerables a los efectos más graves del virus. La transmisión comunitaria también dificulta el rastreo de contactos.

Finalmente debemos considerar que: un brote escolar puede llevar a la propagación en la comunidad, de ahí la necesidad de reaperturas escolares escalonadas, distanciamiento social y clases reducidas. «Si encontramos un cierto número de personas sintomáticas que dan positivo, esperamos el mismo número de portadores asintomáticos que son mucho más difíciles de identificar y aislar» es un principio ante cualquier medida de apertura que se haga.

Al final, como señala la prestigiosa revista médica (JAMA), datos de varios países afectados han corroborado que los niños son claramente susceptibles a la infección y pueden desarrollar complicaciones inflamatorias primarias graves y secundarias únicas de la infección, incluido el síndrome inflamatorio multisistémico de los niños. El riesgo de que los niños sean propagadores asintomáticos del SARS-CoV-2. Como los adultos aún está en discusión. Desafortunadamente, la amplia heterogeneidad de los métodos para detectar directamente el virus y / o la identificación de anticuerpos podría representar un sesgo adicional en la interpretación correcta de los datos.

Y mucho cuidado recomiendan algunos: “tomar la temperatura de un niño como herramienta de detección para decidir si pueden ingresar a la escuela no será una estrategia muy exitosa, muchos niños no tienen fiebre y son asintomáticos cuando están infectados y contagian”.

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