Cartas del Lector

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Édgar Paz*1

La primera vez que supe algo sobre el Partido Guatemalteco del Trabajo, PGT, fue en septiembre de 1979. De pronto, en diversas paredes de la ciudad y del interior de la república, apareció una pinta que delineaba el número 30. No decía más, no había más. Los números surgieron en septiembre y estuvieron allí por algunos días. Recuerdo que había rumores tras su aparición: “Es el precio al que va a subir la tortilla”, “Es un anuncio de que algo ocurrirá el día 30”. En pleno conflicto armado interno, las especulaciones eran muchas y también la expectativa generada.

La mañana del 28 de septiembre, las pintas se nutrieron y aclararon. Junto al número 30 aparecieron las tres letras emblemáticas: PGT. La campaña propagandística tuvo éxito y dibujó en los más diversos rincones del país la conmemoración por los 30 años de fundación del Partido de los comunistas guatemaltecos. Los días posteriores, de manera tardía y en una respuesta inútil, soldados del ejército intentaron borrar o manchar las pintas, lacerarlas. El mensaje quedó grabado.

Diez años después, siendo ya militante del Partido, participé junto con muchos otros compañeros y compañeras en la campaña de conmemoración de los 40 años de su fundación. Para ese momento, el PGT formaba parte ya de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG, y nuestro esfuerzo principal y la conmemoración de esta fecha estaba encaminada a poner a disposición de la fuerza guerrillera y de la Guerra Popular Revolucionaria todos los recursos humanos y materiales del Partido. Fue, entonces, una fecha que se centró en el trabajo, en la acción cotidiana concreta, en el esfuerzo por contribuir al fortalecimiento de la unidad de los revolucionarios guatemaltecos.

En todo momento —y esto lo aprendí de Ricardo Rosales Román, Carlos Gonzáles, el último Secretario General del Comité Central del partido, con quien trabajé durante varios años—, el espíritu de trabajo y de entrega como militante del Partido, estuvo fundamentado en el ejemplo de compañeras y compañeros que entregaron lo mejor de sí por la construcción de una patria más justa, libre y solidaria. Hablo del ejemplo de quienes creyeron en Guatemala, la Revolución y el Socialismo, de quienes sembraron en la patria la posibilidad todavía abierta de refundar la nación, de transformar el entorno social, político, económico y de concretar la aspiración de una sociedad con equidad de género, libertad plena, sin explotación, discriminación o violencia. Un país en el que sea posible la expresión equitativa de ideas y propuestas, en la que quepamos todas y todos, en la que soñemos y concretemos nuestros sueños, en la que no haya rapiña ni corrupción ni mafias que lo controlan todo y lo saquean todo, en la que haya instituciones sólidas, en el que la igualdad y el derecho a la justicia sea una realidad cotidiana y no exista ni la impunidad ni se viva una simulación de democracia. Un país de oportunidades y en el que la felicidad y la justicia social sean una aspiración que puede concretarse.

Este 28 de septiembre es la primera vez en años en que no puedo hablar con Ricardo Rosales Román, Carlos Gonzáles, quien falleció el día 2 de enero de este año y que durante mucho tiempo, escribió artículos en su columna semanal en La Hora, para conmemorar esta fecha.

Así, este 28 de septiembre de 2020, mientras recuerdo las paredes pintadas con aquel número 30, pienso en Ricardo Rosales Román, Carlos Gonzáles y lo recuerdo y rindo homenaje, como recuerdo y rindo homenaje a Bernardo Alvarado Monzón, Huberto Alvarado Arellano, Mario Silva Jonama, Hugo Barrios Klée, Carlos Alvarado Jerez, Carlos René Valle y Valle, Miguel Ángel Hernández, Víctor Manuel Gutiérrez, Leonardo Castillo Flores, Otto René Castillo, Luis Augusto Turcios Lima, Saúl Morales y a cientos más de compañeras y compañeros militantes y simpatizantes del PGT, que marcaron mi vida para siempre.

* Militante del PGT desde 1989 y hasta su disolución.

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