Foto de la última sesión a la que asistió el mandatario en el Congreso por el 15 de septiembre. Hoy se refirió a los diputados. Foto La Hora/Presidencia

Ayer el Presidente, interpretando a su manera la norma que regula la Libre Emisión del Pensamiento, dijo que la misma tiene como límite “la verdad”, concepto que sin duda no se tomó el tiempo ni siquiera de averiguar en la más sencilla de las fuentes, el Diccionario de la Lengua Española, porque si lo hubiera hecho se habría topado con siete acepciones que derrumban su tesis. Verdad es la “conformidad de las cosas con el concepto que de ellas se forma la mente” o la que hay entre “lo que se dice con lo que se siente o se piensa”. También es “la propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma y sin mutación alguna” o el “juicio o proposición que no se puede negar racionalmente”. Verdad es también “la cualidad de veraz” o “la expresión sin rebozo ni lisonja con que a alguien se le corrige o reprende” y, por último, es simple y llanamente la “realidad”.

En la Ley de Emisión del Pensamiento no se establece la verdad como límite porque obviamente lo que para un periodista es la verdad respaldada por hechos, para un gobernante es simple y sencillamente una falsedad porque no le agrada. El debate filosófico sobre la verdad ha sido inmenso y casi eterno, porque fuera de la verdad científica respaldada por hechos irrefutables, en el plano social y, peor aún, en el plano político no puede haber acuerdo sobre qué constituye una verdad y por eso la expresión en el discurso del Presidente no cabe como medida para limitar la libre emisión del pensamiento. ¿Quién es, según el doctor Giammattei, el llamado a determinar si algo que se dice en ejercicio de ese derecho es o no verdad? ¿Es competente la autoridad para calificar cualquier publicación desde el punto de vista de verdad si verdad hasta puede ser “la conformidad de las cosas con el concepto que de ellas se forme la mente”?

Reiteramos nuestro punto de vista en el sentido de que las figuras públicas están expuestas al escrutinio no sólo de la prensa sino de la ciudadanía. El derecho a la libre expresión es mucho más amplio que el de la libertad de prensa, porque es el que garantiza que cualquier individuo puede decir libremente lo que piensa, derecho que igual tienen también los funcionarios como lo hizo en el Día de la Independencia el Presidente. El viejo concepto de la verdad oficial, o de la verdad verdadera que decía Vinicio Cerezo, no aplican como límite a la libre expresión.

Redacción La Hora

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