Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Adrián Zapata
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A raíz de las medidas sanitarias que se han decretado en nuestro país y en el mundo entero para enfrentar la pandemia, han surgido contradicciones sobre cómo enfrentarla, las cuales tienen un sustento ideológico muy definido, aunque no explícito, inclusive disfrazado. Uno podría afirmar, con cierta normal e ingenua simplicidad, que ante la tragedia que la humanidad está viviendo, las ideologías salen sobrando. Es más, hasta se podría condenar cualquier discrepancia basada en ideologías, a partir del hecho, sin duda innegable, que el virus no tiene ideología.

Pero no es así. Y conforme pasan los días, las semanas y los meses, la contradicción, real aunque nos cueste aceptarlo (a mí, al menos), entre economía y salud se tiñe de ideología pura. Es importante darse cuenta que el sustento de la ideología son los intereses que ella justifica, los cuales pueden ser auténticos o manipulados. Estos calificativos no se refieren a juicios de valor (bueno o malo), simplemente a que los intereses que se pretende justificar correspondan a sus verdaderas necesidades y no a las de otros, equivocadamente asumidas como propias.

Es así como re surge el debate entre el peso de la libertad individual y la coercibilidad que caracteriza la acción pública.

Estamos en un viejo debate, pero con sustancial relevancia infundida por la visión neoliberal que satanizó lo público y deificó el ámbito privado. Mientras menos Estado, mejor. Entre mayor predominio de lo privado las posibilidades de encontrar los caminos apropiados serán más factibles.

Con este peso casi absoluto sobre el individuo, se pone sobre los hombros de las personas las responsabilidades cuyo cumplimiento sería la solución de los problemas que se enfrenten.

Cuando usted triunfa en la vida es porque ha sido constante, coherente, con voluntad inquebrantable. Si usted fracasa es porque no se esforzó lo suficiente, porque le falló la voluntad que debió haber tenido para poder triunfar. Todo está en usted. Si nació en una aldea metida en el fondo de una remota montaña, en un hogar en pobreza, sufriendo desnutrición, faltándole la educación, su férrea voluntad de salir adelante lo hará triunfar, a pesar de todos los factores adversos.

El planeta se destruye porque las personas son irresponsables e inconscientes. Es su acción la que podría salvarlo. No desperdicie, recicle. De usted depende, porque la suma de individualidades es lo que constituye el todo. El modelo económico extractivista, depredador, no aparece como actor fundamental de ese deterioro.

Si no le alcanza el dinero es porque es consumista. Prescinda de comprar lo que no necesita. La publicidad que le manipula hasta el inconsciente no cuenta.

Y ante los dramáticos efectos en la economía que producen las medidas sanitarias, particularmente el distanciamiento social, la libertad individual debe prevalecer. Nadie se quiere enfermar y, por lo tanto, todos habrán de tomar las medidas de prevención necesarias para minimizar los riesgos. El intruso Estado no debe menospreciar estas capacidades de los individuos. Que se abra la economía, porque los ciudadanos confinados se morirán de hambre. Dejen que la gente se gane la vida, que cada uno es lo suficientemente inteligente para cuidarse solo. Así vociferan los liberales.

Los gobiernos están enfrentando tremendas encrucijadas, en medio de grandes presiones. El Presidente Giammattei está viviendo esa tensión.

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