Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

Suelo ver muy poco la televisión, normalmente. Sin embargo, dados los cambios en las rutinas que prácticamente todo el mundo está experimentando en la actualidad (debido a la pandemia que afecta a la humanidad, de más está decirlo), ayer domingo, por la mañana, con una buena taza de café en la mano (soy afortunado en eso, sin duda, y estoy sumamente agradecido por ello), mientras realizaba lo que muchos denominan zaping con el control remoto de la tele, di con lo que parecía ser el avance de una nueva película de “ficción” (no recuerdo el canal ni el programa en que lo vi, y creo que el título de la película -con posibilidad de equivocarme- es ‘La rebelión’, o algo así). Según entendí, la historia trata de una invasión extraterrestre a la Tierra y de cómo la humanidad se rebela ante tal circunstancia. En una de las escenas, durante un diálogo que se da entre dos de los protagonistas, uno de los personajes le dice a otro: “esos días ya no existen”… Tal expresión llamó mi atención porque, inconscientemente, la asocié de inmediato con la actual pandemia. La película, como dije, una suerte de obra de ficción futurista ambientada en un mundo a corto plazo, podría bien ser, quizá sin intención, una analogía de lo que vivimos en los días que corren, días en los que todo es incierto y que, en mayor o menor medida, provocan desconfianza ante lo desconocido. Basta ver, para notarlo, cómo reaccionamos ante las nuevas formas de comportamiento social y ante las nuevas extrañas maneras que debemos observar para conducirnos ante los demás: confinarnos, cubrirnos con mascarillas la mitad del rostro, usar gel y desinfectantes para conservar cierta tranquilidad con respecto a un eventual contagio, guardar distancia física, y hasta medidas incomprensibles como la movilización vehicular según el número de placa: todas acciones que parecieran salidas de una película de ficción. Una situación que, no obstante, por más que lo deseemos, no variará en un buen tiempo, es decir, no en términos de ese anhelado regreso a lo que hasta hace unos pocos meses asumíamos como “normalidad”. Eso no ocurrirá. Y lo más preocupante es que ni siquiera pareciéramos darnos cuenta de ello. La vida nos ha cambiado a todos, indudablemente, quizá para siempre. Esos días, como dice el personaje de la película aludida, sencillamente ya no existen. Y seguramente no volverán porque si volvieran ya no serían los mismos ni iguales. La enfermedad que ya aqueja a millones en el mundo vino para quedarse, y aunque aparezca pronto una vacuna que como humanidad nos dé cierta tranquilidad, lo más seguro es que este coronavirus nos acompañe por mucho, mucho tiempo. Y no traigo esto a colación en un sentido negativo, todo lo contrario, lo pongo sobre la mesa como un punto de partida para la reflexión de cara a lo que aún no conocemos, pero que seguramente está por venir. Bueno es que pensemos en ello aunque no queramos, por el bien de todos.

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