Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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La crisis provocada por las protestas a lo largo y ancho de los Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd en Minneapolis relegó a segundo plano el tema de la pandemia de coronavirus que ha contagiado allá a casi dos millones y matado a más de ciento seis mil personas, no sólo por las nutridas manifestaciones organizadas en el marco del movimiento de que “la vida de los negros cuenta”, sino también por los casos de violencia y saqueos que se han dado en algunas de la ciudades afectadas y que no sólo rebasan los límites, sino que van en contra de aquella hermosa idea que hace cuatro años planteaba la entonces primera dama, Michelle Obama, al decir que mientras los otros actúan con más bajeza, hay que actuar con mayor altura.

Hace unas pocas semanas las ciudades de Estados Unidos estaban siendo tomadas por huestes trumpistas que el mismo presidente alentaba para que protestaran contra las autoridades para exigir la “apertura” y el fin de las medidas de aislamiento. Portando fusiles de asalto se enfrentaban con médicos que valientemente se les plantaban para insistir en la necesidad de evitar contagios y muertes. Pues bien, resulta que ese mismo Trump, quien gozaba con las expresiones de los supremacistas blancos con sus fusiles de asalto, ahora ha dicho irresponsablemente que los desórdenes “no pararán hasta que la gente de bien se muestre dispuesta a hacer uso de una fuerza aplastante contra los malos”, echando sin duda gasolina a una situación ya difícil provocada por los constantes abusos que muchos policías cometen en contra de los miembros de las minorías, especialmente de la población negra y latina que se convierten en objetivo de verdaderos crímenes.

Cualquier estadista, y hasta los muchos idiotas que han llegado a posiciones de poder, tratan en circunstancias como ésta de calmar los ánimos, pero Trump está dispuesto a echar gasolina para que la situación se vuelva más explosiva y apela a esos manifestantes armados hasta los dientes, seguidores suyos (y por eso “gente de bien”) para que arremetan contra quienes están protestando por un crimen brutal que gracias al video captado por un particular pudo ser visto por millones de personas, mostrando cómo el agente de la policía colocaba la rodilla sobre la nuca de Floyd, quien decía que no podía respirar mientras el agente incrementaba la presión hasta que lo asfixió.

Y es que no es un caso aislado ni extraordinario. Los negros y latinos en Estados Unidos tienen que advertir a sus hijos que, por el color de su piel, van a ser tratados abusivamente por muchos policías porque eso ocurre siempre en los diferentes Estados pero se ha incrementado con la prédica de odio racista que sale desde los twits de la Casa Blanca y del discurso supremacista blanco que se ha vuelto el mensaje oficial de división y odio.

Pero no contento porque la Policía no actúa brutalmente, ahora ordenó a la Patrulla de Aduanas y Fronteras (Customs and Border Patrol) que dejen las fronteras y vayan a las ciudades a reprimir manifestantes. Justamente la fuerza policial que se ha encargado del trato a los migrantes y bajo cuya custodia hombres, mujeres y niños han muerto de forma despiadada.

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