Juan Antonio Mazariegos

jamazar@alegalis.com

Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos

La pandemia del COVID 19 se extendió por el mundo a distintas velocidades, en la medida que la interconexión entre los países era más fluida, de China se expandió a Asia rápidamente y no demoró mucho más en llegar a Europa y América del Norte, países de primer mundo, con relaciones continuas y múltiples con sus pares de Asía. Posteriormente y debido a la menor conectividad y menor frecuencia en el traslado de personas, pasó de América del Norte hacia Latinoamérica y de Europa hacia África y Oriente Medio.

El virus de Wuhan concluye ya su paso por el primer mundo y sabemos por noticias que diariamente vemos de Asia y Europa que allí los países aumentan sus fases de desescalada o de restricción a las medidas de confinamiento que instauraron, aun y cuando no existe aún una vacuna que garantice que no existirá una recaída general y en consecuencia un nuevo confinamiento.

Lógicamente, en Latinoamérica y África que son ahora los nuevos focos de propagación de la enfermedad, el confinamiento y las medidas de cuarentena y aislamiento durarán más tiempo, sumado a que sin que existan los medios para pensar en una desescalada segura para sus propios ciudadanos, mucho menos serán destinos seguros o apetecidos para el turismo internacional y los turistas simplemente escogerán otros destinos que aporten seguridad para sus viajes.

La industria del turismo fue de las más afectadas a nivel mundial, líneas aéreas, hoteles, agencias de viaje, guías de turismo y todas las personas e industrias asociadas con esa industria se vieron perjudicadas. En medio de la desescalada que se vive ya en el primer mundo, los países negocian protocolos y corredores sanitarios seguros que permitan el intercambio de viajeros con seguridad y la posibilidad de que se reactive el turismo. Ningún país que haya logrado pasar por la crisis del COVID 19 desea que sus ciudadanos se contagien nuevamente por ir de vacaciones.

En Guatemala debemos concentrarnos en establecer una política de seguridad sanitaria para turistas que conlleve protocolos y medidas de sanitización de hoteles, transporte, restaurantes y sitios de interés que permitan que los millones de guatemaltecos que viven del turismo puedan rencontrar de manera pronta su fuente de ingresos que se ha visto afectada por la enfermedad. Paralelamente es indispensable establecer incentivos y mecanismos que permitan una pronta recuperación de esa industria, pues el mundo tardará en recuperarse de la pandemia y los turistas serán menos a nivel mundial. Los que viajen, seguramente escogerán como destino a aquellos países que cuenten con las mejores medidas para garantizar que el viaje no tendrá consecuencias para las personas que los visiten.

Por supuesto, la mitad del trabajo está en hacerlo y la otra mitad en contarlo dice el dicho y de nada servirá un esfuerzo interno si este no va acompañado por una campaña de publicidad que cuente al mundo y a los turistas en particular que Guatemala tiene un plan para garantizar que al venir a apreciar nuestras maravillas naturales, culturales, étnicas, gastronómicas y de toda índole, las mismas estarán a su disposición con la certeza de que no se llevarán de aquí, nada más que el mejor de los recuerdos.

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