La atención mundial está centrada básicamente en el impacto que la pandemia tiene en la salud y en la economía, pero los efectos que tiene en lo social, especialmente en países que tienen elevados índices de pobreza y pobreza extrema, son devastadores y, en apariencia, más difíciles de controlar que el mismo virus. Se pueden llevar estadísticas más o menos confiables de la cantidad y ubicación de los enfermos, así como del ritmo de la economía y hasta de la situación de las empresas, pero lo que resulta más difícil de medir es el efecto que están sufriendo millones de personas que perdieron toda oportunidad de obtener dinero hasta para cubrir sus gastos de subsistencia.

Acá se han diseñado algunos programas para asistir a la gente más necesitada, pero sucede que ni siquiera sabemos quiénes son y por eso la ayuda no podrá llegarles. Se planifica una ayuda para trabajadores registrados y se habló de asistencia a quienes pertenecen a la llamada economía informal, pero se restringió esa ayuda a quienes están registrados en sus municipios como trabajadores informales y apenas si en la capital hay pequeños listados de uno que otro que vende en la calle, pero el gran contingente de quienes no dependen de un salario registrado en el régimen de seguridad social es inmenso y no está siendo cubierto ni atendido.

Hemos empezado a ver la creciente presencia de gente con banderas blancas en todo el país, clamando por ayuda para subsistir y es una clara advertencia de que tenemos que entender que lo sanitario y lo económico no se traduce sólo en cifras sino que genera un impacto social que no estamos preparados para atender y que puede tener consecuencias muy graves en el corto plazo. Algunos piensan que al reabrir la economía tendría que desaparecer ese fenómeno pero la verdad es que pesará mucho el tema sanitario porque si se produce un repunte en los casos, veremos que los mismos ciudadanos decidirán su aislamiento en una actitud que ya se ha visto en otros lados donde, al terminar el aislamiento, la economía no levanta porque la gente no vuelve realmente a la normalidad.

Por generaciones se ha minimizado el tema de la pobreza en el país y la misma crece porque nunca ha existido una verdadera política para combatirla. Ahora no se puede ocultar más porque la dramática situación que vivimos la está sacando a flote, colocándola en primera fila, y si no atinamos a enfrentarla con mejor criterio, terminaremos todos pagando una elevada factura producto de esa ceguera ancestral.

Redacción La Hora

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