Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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En el mundo entero hay un clamor para que se adquieran kits suficientes para incrementar la cantidad de exámenes que permitan establecer la cantidad de infectados por el Covid-19 y la escasez es alarmante. Ayer el PDH presentó un amparo para que se permita al sector privado, al IGSS y el Hospital Militar realizar las pruebas a efecto de avanzar para establecer realmente cuál es la situación de la pandemia en el país y aparentemente existen proveedores que pueden entregarlos a costos más o menos razonables. El otro tema que causa enorme preocupación en el mundo y que tiene peleando al Gobernador Andrew Cuomo con Donald Trump es el de los respiradores que son indispensables para tratar a los enfermos graves de esta pandemia que sufren los efectos en los pulmones y no pueden respirar por sus propios medios, y de esos siempre ha habido carencia en nuestro país, donde el año 2018 murieron 6,514 personas por neumonía, según un muy buen trabajo publicado por Plaza Pública.

Si hay preocupación en Estados Unidos, país que presume de tener uno de los mejores sistemas de salud en el mundo, imaginemos en el tercer mundo. Si el número de camas de hospital por cada mil habitantes es un indicador, resulta que Mónaco, Japón, Corea del Norte y Corea del Sur están a la cabeza con entre 13 y 11 camas por cada millar de habitantes. Estados Unidos se localiza en un muy distante puesto 76 con 2.9 camas por millar. Como era de esperar, nosotros estamos casi a la cola, en la posición 168 con 0.6 camas por cada mil guatemaltecos, lo cual se explica porque desde hace muchos años que aquí todo el dinero destinado a salud ha ido a parar, impunemente, a los bolsillos de los funcionarios (incluyendo presidentes de la República) y a los proveedores que han saqueado al país y condenado a toda la población, contando con la complicidad de los sindicatos que exprimen lo restante.

El caso es que estos tres elementos son absolutamente indispensables para enfrentar las consecuencias de la pandemia de coronavirus y en todos lados hacen falta, lamentablemente, lo que ha obligado a que se habiliten hasta hospitales de campaña en aquellos lugares donde los exámenes se hacen con mayor rapidez y se puede establecer con claridad el avance de la enfermedad.

Precisamente por ello es que el tema del aislamiento social es tan importante porque tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para evitar que la pandemia llegue a los niveles de contagio que se han visto en otros lados. No basta con unas horas de restricción, lamentablemente, porque nuestra realidad del sistema de salud obliga a tomar medidas más drásticas que, obviamente, tendrán impacto económico entre la población. Pero el costo de lo que se puede venir si no contenemos la pandemia es incalculable. Ni el mejor de los economistas puede estimar lo que significa para este país un acelerado ritmo de contagios que, tarde o temprano, obligaría a mayores y más severas medidas, incluyendo la cuarentena en su estricto y cabal sentido, por la insuficiente atención a los enfermos y la posible extensión del contagio.

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