Durante la pandemia, la economía guatemalteca se vio afectada, debido a las normas establecidas por el gobierno, y significo algo muy fuerte para las empresas. Foto La Hora/Carlos López Ayerdi

Es evidente que algunos políticos no entienden la dimensión de lo que estamos viviendo y tratan de aprovechar la crisis para, según ellos, hacerse buena imagen y, como decimos en buen chapín, echar chile con sus “maravillosos éxitos”. Como ayer bien dijo el Gobernador del Estado de New Jersey en los Estados Unidos, al ser preguntado sobre qué pensaba de lo que dijo Trump de que para el fin de la Semana Santa espera que la crisis ya haya pasado, “ojalá tengan razón” con todo lo que afirman para pintar menos feo el panorama, pero la realidad, la data como se dice ahora, indica todo lo contrario.

Nos alegra que el Presidente Giammattei diga que está satisfecho porque “hemos logrado contener la epidemia” y porque lo han felicitado internacionalmente por las acciones que ha tomado, sosteniendo que tiene suficientes pruebas de laboratorio para realizar los exámenes que sean necesarios.

Y como dijo el gobernador Phil Murphy ayer, Dios quiera que el Presidente tenga razón cuando expresa tanto optimismo sobre el fruto de las acciones de su gobierno y que la epidemia, que no ha sido contenida en ningún sitio del Mundo, pueda ser realmente contenida en Guatemala gracias a sus decisiones políticas que implican crear hospitales, el cierre voluntario de algunas empresas y comercios, así como el toque de queda de 4 de la tarde a 4 de la mañana, lo que se suma al cierre de fronteras y aeropuertos dictado cuando ya el virus había entrado al país porque los controles, especialmente en el aeropuerto, no detectaron a gente que ya venía enferma y hasta con síntomas.

Bien se dice que tenemos que prepararnos para lo peor esperando que ocurra lo mejor, pero no podemos vivir pensando en hacer puntos, en dar buena imagen para que nos felicite alguien en el exterior, sino en que el virus está aquí y, como ha pasados en otros lugares, mantendrá su ritmo de expansión. Países con controles más severos que el nuestro han corrido esa suerte y no hay data ni experiencias que validen el extraordinario optimismo que nos quiere trasladar el gobernante en un tono que tiene mucho del que se usa en la tarima durante las campañas.

No vaya a ser la contención como aquello del primer bebé que nace en el año, vieja práctica médica, donde a puro tubo impedían que saliera el niño sólo para ganarse el premio de haber asistido al “parto el año”, farsa dañina para madre e infante. Dios quiera que ese no sea el caso en este preocupante momento.

 

Redacción La Hora

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