Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Prácticamente todos los países en donde se ha propagado el coronavirus han terminado recurriendo a la severa y estricta contención dictando medidas drásticas para impedir el contacto entre las personas como única forma de reducir la velocidad de los contagios. Lo hizo China en primer lugar, luego Italia y España. En Estados Unidos el gobernador del Estado de Nueva York lo decretó para una localidad en específico y hay expertos en salud que insisten en que la reducción del contacto entre las personas es la única forma de realmente contener el avasallador avance de la pandemia.

En Guatemala se han tomado medidas extremas y convenientes. La primera fue el cierre de nuestras fronteras y aeropuertos para impedir el ingreso de personas que pudieran ser portadoras y a estas alturas no tenemos ninguna línea aérea que esté viajando al país, acción que es drástica pero obviamente necesaria. Pero resulta que el virus ya está en Guatemala y aunque ahora solo tengamos oficialmente pocos casos, es más que probable que haya casos no detectados porque el contagio no se traduce inmediatamente en los síntomas y hay personas asintomáticas que, sin saberlo ni ellos mismos, pueden propagar la enfermedad.

Quien se contagie, por supuesto, no es un malvado ni alguien que merezca el tipo de desprecio que muestran algunos en las redes sociales. Todos estamos expuestos y más mientras podamos seguirnos moviendo dependiendo de si poseemos vehículo propio o nos dan jalón. La movilidad sigue siendo muy alta en las zonas urbanas, no sólo en la capital, y eso significa un riesgo mayor.

Creo que son sensatas las voces que dicen que si de todos modos vamos a llegar a una necesidad de inmovilizar a la población, como ocurrió en China, Italia y España, es mejor hacerlo antes de que tengamos un elevadísimo número de enfermos para cuando ya nuestro casi inexistente sistema de salud haya colapsado. Es cuestión de sentido común. Si la fórmula para contener la propagación ha sido a lo largo del mundo esa manera de cuarentena forzada para toda la población, sería mejor imponerla antes y no cuando ya el mal esté tan propagado que no permita atender a todos los que están contagiados y ni siquiera a todos los que están en mayor riesgo de muerte por sus condiciones de salud o por la edad. Afortunadamente los niños no parecen estar en el grupo de riesgo, pero no sabemos qué pasa con los niños desnutridos y eso es algo que nos debe mantener preocupados.

Entiendo que se trata de una acción difícil y que no es fácil tomarla, pero se están anteponiendo criterios económicos a los de salubridad y de salud pública que tienen que ser la prioridad ahora. Hay que pensar seriamente que si de todos modos hemos de llegar a eso, es mejor antes de que tengamos una pila de muertos y hospitales saturados e incapaces de atender a los que vayan requiriendo los servicios. En fin, es una idea, pero que no puedo callar porque me revolotea seriamente en la cabeza.

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