Jorge Santos

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Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Por Jorge Santos

1902 sería uno de los peores años para las y los guatemaltecos, una serie de fenómenos naturales producirían desastres naturales, muerte y destrucción en varios departamentos del país. Un terremoto y un maremoto golpearían a la población profundamente; meses después el Volcán Santa María abriría otro cráter, hoy conocido como el Volcán Santiaguito, que se convirtió en una de las peores explosiones volcánicas del siglo XX. Durante más de 20 horas entre el 24 y 25 de octubre la explosión volcánica provocaría afectaciones a poblaciones de Quetzaltenango y San Marcos. Este fenómeno natural se profundizó aún más cuando el dictador Estrada Cabrera impulso acciones para negar dicha explosión y con ello cortó la ayuda humanitaria que era necesaria para responder ante miles de personas afectadas.

Para desgracia de nuestros ancestros a Estrada Cabrera le importó más la Feria de Minerva, con la cual quería atraer inversión al país, que la atención a la emergencia. Por un lado, una hoja oficial del gobierno informó que la explosión se había dado en México y no en Guatemala y a su vez ordeno al órgano de divulgación de la época que no se publicará ninguna nota sobre lo ocurrido en el occidente del país. No fue sino hasta la primera semana de noviembre de 1902 que la prensa publicó de una lluvia tenue de ceniza y que está había caído a leguas del lugar de los hechos. La mediocre ayuda del gobierno llegó hasta dos meses y medio después del hecho.

Y es que recientemente el actual presidente de la República, Alejandro Giammattei, ha repetido la desfachatez y cinismo de Estrada Cabrera. Un medio inglés publicó recientemente el documental titulado Starbucks & Nespresso: la verdad acerca de tú café, en donde se registra que en fincas guatemaltecas trabajan niños y niñas para la producción de café. La respuesta del Presidente ante este hallazgo fue que “no nos quedamos dormidos ante la amenaza de lo que representa un desprestigio internacional que nos preocupa” y nombró una Comisión Presidencial entre los que figuran terratenientes y productores de café, para que se frene este “desprestigio” para Guatemala.

Al presidente Giammattei no le importa, ni le interesa la población infantil del país y las condiciones en las que vive. No le importa, si la niñez guatemalteca cuenta con los derechos a la educación, salud, alimentación, vivienda, a una familia, a la recreación o si en las fincas cafetaleras del país o en la producción de azúcar o en cualquier otra actividad económica, trabajan niños y niñas. Al Presidente lo único que le importa es el desprestigio que se produce ante un hecho innegable. Misma actuación ha sostenido frente al coronavirus. En vez de atender con acciones de política pública esta enfermedad, considera que de plumazo votará su impacto en la población, decretando calamidad pública, que más que ayudar o contener el COVID-19 fortalecerá el beneficio económico a un grupo de empresarios, en detrimento de los derechos humanos de la población.

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