Cartas del Lector

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René Leiva

Mientras Adán estuvo solo, el pobre, no tuvo ideología, para qué, no hasta que le dieron a Eva.
Adán y Eva ignoraron eso de ideología mientras no apareció la serpiente con sus tentaciones.

Solo hasta que la ideología les abrió los ojos Adán y Eva notaron que estaban desnudos. Y entonces cubrieron sus partes eróticas con la (¿otra, misma?) ideología.

¿Tenía ideología el hombre primitivo, que fuera más allá de su caverna, de cazar, comer, fornicar, defenderse de las fieras no humanas? ¿Comenzó la ideología -su entramado intelectual- con la propiedad privada del hábitat, la explotación de unos hombres por otros, las hegemonías, las sumisiones, el sexismo bárbaro, el trabajo forzado, la esclavitud, los rudimentos de religión, las mitologías animistas…?

¿Es posible que con la preferencia de Dios por Abel en Caín haya nacido la primera ideología?

Entre los postulados o principios de ninguna ideología (si los tuviere) figura de manera explícita el que sus adeptos, o tranquilamente, repetidamente y sin asomo de arrepentimiento, deban o puedan sobornar a otros o ser por otros sobornados, que cometan peculado, enriquecimiento ilícito, concusión, malversación, prevaricato, etcétera, pero, vaya coincidencia, casualidad, azar, concomitancia, sucede en diferentes sociedades que los adscritos a determinada ideología, en su insignificante variedad, son quienes han gobernado por décadas en los tres poderes del Estado, y son a la vez los dueños de los medios de producción y de los partidos políticos, crean diversos y solapados “tanques de pensamiento” a su favor, se amanceban con el crimen organizado, perpetran durante décadas los delitos mencionados, y otros de no menor importancia que tienen a sus pueblos en la pobreza y el atraso en todos los órdenes. ¿Cómo una ideología llega a tal extremo de tolerancia y abierta complicidad, que pueden no estar entre sus preceptos, si los tuviere?

-Yo doy la vida por mi ideología-. ¿Hace cuánto que te suicidaste?

Algunas irreconciliables rivalidades ideológicas, inspiradoras de odios generacionales y no pocas escaramuzas callejeras, tienen origen en la rancia discusión sobre el sexo de los ángeles, si el vaso medio lleno o medio vacío, la existencia real o ficticia de las once mil vírgenes y su ubicación, la precedencia (no presidencia) del huevo o la gallina, evolucionismo o creacionismo, y otras cuestiones de no menor importancia que por siglos han puesto a prueba la capacidad intelectual/cognoscitiva de todo aquel ideólogo que se precie de serlo, precisamente para viabilidad de su ideología.

Su mala reputación, bien ganada, los prejuicios en contra, la desconfianza que inspiran las ideologías, son cuestiones y sentimientos puramente ideológicos.

¿Qué pasaría si cada ideología tuviera una varita mágica, pregunta no ociosa tomando en cuenta que por su naturaleza sobrenatural varita mágica sólo puede haber una?

Si no se desideologiza la perentoria curación global del acelerado trastorno climático, toda discusión será tan árida cómo quedará el propio planeta a la vuelta de este siglo XXI.

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