Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Esta mirada al dolor, nos lleva a considerarlo de manera diferente; a ir más allá de las ideas normativas mantenidas por ciertas representaciones de la medicina y la sociedad sobre el dolor, como sinónimo de sufrimiento.

Un tercio de la gente en nuestro país refiere un dolor al menos una vez a la semana. Al hombre, los dolores cuyos orígenes le son difíciles de comprender, no los pasa con indiferencia, pero sí le es difícil comprenderlos. La mayoría no reflexiona que es una forma de hacerse escuchar del organismo con un “no me jodas”. A veces el cuerpo usa el dolor como «arma», a veces lo convierte en «escudo». A veces y en contados, es un medio para desarrollar resistencia física. El lenguaje del dolor es múltiple.

Pero el dolor en sociedades como la nuestra llena de agresión social y ambiental, tiene otro trabajo: la tortura. Un modo en que Otro, fractura nuestro ser. Es sorprendente como este tipo de dolor reúne lo psíquico y corporal y muchas de las personas inmersas en el dolor infligido metódicamente por un verdugo laboral o en el hogar, encuentran formas de resistir el sufrimiento y evitar la fragmentación de sus identidades; pero ello les causa una fractura que trata de disminuir los efectos traumáticos de la tortura y entonces el legado corporal de los torturados es de ciertas incapacidades y de difícil cuidado aunque cada quien trata de construir a través de su dolor, una línea simbólica de defensa: el «escudo de significado” que al ser de muchos, pasa factura a la sociedad causando el poco estudiado dolor social.

Las personas que están expuestas a mucho sufrimiento físico, fabrican un escudo que no solo es una cuestión de resistencia física sino de un todo físico-mental. El dolor actúa como estimulante en muy pocos, es de resignación en la mayoría.

Hay también una actitud más extraña: la búsqueda del dolor. Es un ir en búsqueda a través de él, de algo. De hecho, los dolores provocados y deseados como trabajo, como placer tienen el objetivo de alcanzar un momento de «placer/santidad personal» y encontrar una enseñanza sobre uno mismo. La búsqueda de esta experiencia, permite a las personas enfrentar el mundo de maneras a veces radicales y pone a prueba los recursos personales y entendemos este tipo de dolor, cómo un reemplazo a los límites del significado que ya no da el orden social.

Las prácticas específicas del dolor en las sociedades contemporáneas, no tiene los mismos significados que en las llamadas sociedades «tradicionales», donde el dolor sufrido, infligido se acompañaba de ritos que simbolizan la transición de un estado humano a otro.

Sorprendentemente las experiencias aparentemente distantes del dolor, encuentran un denominador común: el significado que les otorgan los individuos. Los dolores relacionados con el parto, las pruebas físicas mentales inducidos por las prácticas como el budismo, son todas experiencias que permiten al lector comprender cómo los dolores se ubican entre «destrucción» y «renacimiento» y, en las experiencias más radicales, «despersonalizar para peor» o, al revés, «transformarse para mejor».

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