Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Víctor Ferrigno F.

Por la razón y el Derecho ¡Jordán se queda!

Generalmente, las transformaciones geopolíticas se manifiestan de manera lenta, salvo cuando hay guerras o convulsiones sociales, como las que se viven actualmente en diferentes países del continente americano. A esos alzamientos ciudadanos se suman resultados electorales que obligarán a nuevos alineamientos políticos, económicos y militares en América.

Estas grandes transformaciones continentales se aceleran y profundizan porque el mundo vive un cambio de época, como no se había dado desde la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos es desplazado por China, como la primera economía del orbe, y Rusia ya es una potencia militar que lo iguala o lo supera. Con el Brexit, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, ésta se fragmenta, agravándose el rompimiento por los nacionalismos de derecha extrema que pululan en el viejo continente. Alemania, la locomotora económica europea, se ha declarado en recesión, y su industria depende del gas ruso y de la mano de obra de los migrantes africanos.

Junto con China, India, Indonesia, Corea del Sur, Japón, Singapur, Hong Kong, Taiwán y otra decena de economías emergentes, han hecho de la zona Asia-Pacífico un polo de desarrollo económico y cultural, que está desplazando aceleradamente a occidente. Fenómenos de gran envergadura se han gestado apenas en un par de décadas, como la generación de más de 600 millones de ciudadanos de clase media en China, cambiando patrones de vida y consumo, con un alto nivel de escolaridad, construido durante medio siglo, que resulta inalcanzable para el resto de países en desarrollo.

Rusia ha desplazado a EE. UU. en el Medio Oriente, en los ámbitos político y militar, fraguando alianzas antes impensables con Irán, Turquía y Arabia Saudita. Esto implicará grandes transformaciones en la producción y comercialización de petróleo y gas, que se hará en monedas locales, provocando la debacle del petrodólar.

Todos estos fenómenos sufrirán agudizaciones en tiempo e intensidad, por la próxima recesión económica, el cambio climático y las enormes migraciones humanas hacia polos de crecimiento económico, provocadas por el hambre, el clima o la guerra.

Es en ese contexto mundial, apenas esbozado, que hace aguas el neoliberalismo en Latinoamérica. Las crisis socioeconómicas en Ecuador, Argentina y Chile, dan al traste con las recetas del Fondo Monetario Internacional, principal instrumento de dominación imperial, agravando las crisis políticas en Honduras, Perú y Venezuela.

El domingo pasado, la voluntad soberana de los pueblos latinoamericanos derrotó electoralmente al gobierno neoliberal en Argentina, y desplazó al uribismo en las elecciones regionales de Colombia y en la alcaldía de Bogotá. En Uruguay (tendrán segunda vuelta) triunfó Martínez, el candidato izquierdista, en pos del cuarto gobierno del Frente Amplio, y fracasó la reforma constitucional propuesta por la derecha. Evo Morales recién fue reelecto y Andrés Manuel López Obrador consolida la Cuarta Transformación de México, promoviendo una reforma energética, educativa y política, impulsando firmemente la no intervención y la libre determinación de los pueblos.

En ese cuadro, el Grupo de Lima quedó prácticamente desarticulado, dejando a EE. UU. sin instrumento político para atacar a Venezuela, y el consenso continental es adverso a una intervención militar, incluido el ejército de Brasil.

Todo esto ocurre ante una izquierda continental que ha sido superada (con excepciones) por los movimientos sociales y el progresismo, ante su incapacidad para renovarse, organizar a los desposeídos y construir, concertadamente, un programa de lucha y las alianzas necesarias para lograr que los cambios que se avecinan sean irreversibles. ¡Ahora es cuando!

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