Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata
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En la década de los años setenta, luego del golpe de Estado que llevó al poder a Pinochet en Chile y se aplicó la “doctrina del Shock”, que Naomí Klein describe en su libro que lleva ese mismo nombre, hizo su aparición Milton Friedman, el gurú de los “Chicago Boys”, alucinado con la posibilidad de utilizar la situación creada en ese país por el shock social que provocó la represión, para llevar a la práctica su pensamiento económico que reivindicaba el laissez faire más radical. Él y los Chicago Boys eran vistos como fantasiosos por los economistas serios de esa época. En estas circunstancias “El desafío para Friedman y sus colegas era cómo demostrar que un mercado del mundo real podría estar a la altura de sus fantasías perfectas” (Klein, Naomi, “La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre”, 2007). Chile post golpe fue el escenario ideal para este experimento.

Friedman se convirtió así en la mancuerna de Pinochet. Éste reprimía para borrar de la mente ciudadana toda idea existente sobre la economía y aquél proporcionaba el contenido de una reconstrucción que asumiera integralmente la visión neoliberal.

No se puede negar que hubo algunos éxitos en esa política económica que deificaban el mercado. Para comenzar la terrible y profunda inflación se logró detener. Pero la trinidad de su propuesta fue: privatizaciones, desregulaciones y cortar el gasto social.

El neoliberalismo encontró en el Chile de Pinochet su oportunidad, debido a la combinación de la política (autoritarismo y represión) con la economía (deificación del mercado y eliminación, hasta donde fuera posible, de la participación del Estado). El costo social de esa implantación sólo se puede manejar si la población está sumida en una situación de shock que la paralice.

Chile fue un laboratorio para definir cómo implementar una política neoliberal a nivel mundial. De allí salieron las lecciones aprendidas para expandir el modelo en Centroamérica, Chile, Brasil, Polonia, Rusia, etc. Diversos países hicieron cola para recibir el legado chileno e iniciar su propio “desarrollo” bajo la férula del mercado.

Chile fue el “ejemplo a seguir” para garantizar la expansión neoliberal en el mundo. El Banco Mundial, el BID y el FMI contribuyeron, mediante abiertas y descaradas presiones, a impulsar este espejismo.

Ante cualquier problema que enfrentara el impulso del neoliberalismo se le defendía diciendo: “Pero está Chile”.

Por eso ahora, para el neoliberalismo latinoamericano es un drama que se les rompa la vitrina. Más de un millón de chilenos marchando en las calles rompieron la vitrina.

Pareciera que el péndulo empieza a moverse en sentido contrario a los neoliberales. Argentina, Bolivia, las movilizaciones populares en Quito, etcétera, señalan este viraje.

El masivo rechazo a Sebastián Piñeira es la expresión de la repulsa popular a las consecuencias empobrecedoras de las políticas neoliberales en el continente, las cuales han repartido privilegios para unos pocos y distribuido pobreza para las mayorías.

Se quebró la vitrina, por eso piden auxilio los neoliberales!!!

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