Mariela Castañón

mcastanon@lahora.com.gt

Licenciada en Ciencias de la Comunicación, once años de ejercicio periodístico en la cobertura de niñez, juventud, violencias, género y policiales. Becaria de: Cosecha Roja, Red de Periodistas Judiciales de América Latina, Buenos Aires, Argentina (2017); Diplomado online El Periodista de la Era Digital como Agente y Líder de la Transformación Social, Tecnológico de Monterrey, México (2016); Programa para Periodistas Edward R. Murrow, Embajada de los Estados Unidos en Guatemala (2014). Premio Nacional de Periodismo (2017) por mejor cobertura diaria, Instituto de Previsión Social del Periodista (IPSP). Reconocimiento por la "cobertura humana en temas dramáticos", Asociación de Periodistas de Guatemala (2017). Primer lugar en el concurso Periodístico “Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes”, otorgado por la Asociación Pasmo, Proyecto USAID (2013).

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Mariela Castañón
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“Venimos aquí para recordar a aquellos que fueron asesinados, aquellos que sobrevivieron y aquellos que cambiaron para siempre. Que todos los que se vayan de aquí conozcan el impacto de la violencia. Que este monumento ofrezca consuelo, fortaleza, paz, esperanza y serenidad”, se lee en uno de los pasillos del Monumento Nacional de Oklahoma, en Estados Unidos, que permite conocer los hechos del 19 de abril de 1995 relacionados con el atentado al edificio gubernamental Alfred P. Murrah de Oklahoma, donde murieron 168 personas, entre ellas 19 niños.

El Monumento de Oklahoma es un espacio donde las familias de las víctimas, ciudadanos, nuevas generaciones y visitantes pueden conocer la historia, recordar a quienes perdieron la vida y honrar su memoria.

En ese lugar se ha cuidado cada detalle, como el horario en que inició el acto terrorista, la colocación de 168 sillas para recordar a cada persona muerta, así como la recopilación de información del día de la tragedia, entre otros detalles que buscan nunca olvidar.

Hace algunos días recordé el Monumento Nacional de Oklahoma y con mucha tristeza me di cuenta que en Guatemala tenemos tantas tragedias que recordar, tantas víctimas por honrar, tanto que luchar por alcanzar justicia, tantos memoriales que colocar…

Una de tantas fechas trágicas en Guatemala es el 8 de marzo de 2017, día en que murieron 41 niñas y 15 sobrevivieron con heridas, tras un incendio en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, administrado por la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia.

Por iniciativa de organizaciones sociales y respaldada por familias de las niñas y personas con empatía por lo ocurrido, fueron colocadas cruces metálicas en la Plaza de la Constitución en la zona 1, para recordar a las menores de edad. A ese lugar continuaban asistiendo algunas mamás y hermanos de las adolescentes.

La semana pasada, poco antes de los preparativos de la presentación de la remodelación del Palacio Nacional de la Cultura, se conoció que las cruces ya no estaban, debido a que el Viceministerio Cultural y Natural del Ministerio de Cultura y Deportes, solicitó a miembros de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) evaluar el espacio.

La Conred concluyó en su análisis que las cruces metálicas que conformaban el altar en memoria de las 41 niñas, representaban “un riesgo” para las personas que transitaban en el área y principalmente al momento de ser utilizado el espacio para actividades masivas.

Las cruces solo eran acto simbólico, que se colocó por iniciativa de terceros, con recursos propios. Ninguna entidad estatal invirtió, ni mostró mayor solidaridad y empatía ante ese evento.

Diferente a lo observado en el Monumento de Oklahoma, donde se ha invertido y se busca no olvidar la tragedia y a las víctimas. En Guatemala pasa lo contrario, para algunos es mejor “eliminar los riesgos” y continuar sin recordar lo que sucedió. Tan fácil es olvidar y cometer los mismos errores, pues hasta hoy la niñez institucionalizada en hogares del Estado sigue denunciando abusos y escapando.

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