El presidente estadounidense Donald Trump y el presidente francés Emmanuel Macron en la cumbre del G7 en Biarritz, Francia, el 25 de agosto del 2019. (Christian Hartmann, Pool via AP)

Reza el viejo dicho que si a Estados Unidos le da catarro a nosotros nos da pulmonía, dado el nivel de dependencia existente y ahora pareciera que Washington está iniciando una guerra comercial con China que tendrá repercusiones muy serias que tienen preocupados a los agentes financieros del sector privado que entienden claramente la dimensión del problema. En efecto, tal y como hizo con Guatemala, el presidente Trump amenazó a China con aranceles a sus productos a menos que las autoridades cedieran a las presiones de la Casa Blanca, confiados en que esa amenaza que tantos frutos ha rendido con otros países tuviera el mismo efecto en Pekín.

China, sin embargo, no marcha al ritmo de los mensajes de Trump en sus redes sociales y tiene su propia estrategia, lo que se tradujo en la implementación de medidas recíprocas y ahora hay aranceles que tienen que pagar los productos norteamericanos, sobre todo agrícolas, para ser importados en ese país asiático. Como era de esperar, la reacción de Trump fue anunciar nuevos y mayores aranceles, además de dictar una “orden” a las empresas norteamericanas que hacen negocio con China que dejen de hacerlos y busquen otros socios comerciales.

La reacción de la bolsa de valores no se hizo esperar porque los inversionistas se preocupan por el impacto futuro de una guerra comercial con el país que es el propietario de la mayor cantidad de los certificados de deuda norteamericana y recuerdan ya lo que pasó cuando De Gaulle reclamó que se cubriera similares certificados con oro, provocando el colapso del patrón monetario histórico del dólar. Y eso ocurre cuando la economía ha entrado en un período, por lo menos, de estancamiento luego de la expansión provocada por la reactivación tras la crisis de la burbuja inmobiliaria que generó grave crisis financiera.

China no tiene la fuerza para poner de rodillas a Estados Unidos, pero por las características de la cultura oriental y el temple de su gente, tampoco parece que EE. UU. pueda doblegar a China y eso significa que una guerra tendrá gravísimas consecuencias no sólo para ellos sino para la economía mundial y la reelección de Trump que se vería seriamente afectada por una aguda recesión, ya que el tema del muro y de los migrantes no da para ser el único soporte de su estrategia.

Tan grave es la crisis que el mismo Trump dice ahora que China pide que baje la tensión y tras la Cumbre G7 anuncia que vienen nuevas negociaciones, a las que irá sabiendo que se juega la reelección.

Redacción La Hora

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