Debemos centrar la vista en el verdadero dilema que enfrentamos los ciudadanos de cara al proceso electoral que no es otro que el de la supervivencia del sistema podrido que actualmente tenemos o la oportunidad de emprender un proceso de transformación que ponga fin a los vicios que han debilitado de tal manera al Estado, que se volvió impotente para el cumplimiento de sus fines esenciales.

En efecto, la parafernalia electoral nos llevará a escuchar una serie de planes y propuestas que son repetición de lo que otros han ofrecido en el pasado, pero el ciudadano tiene que comprender que mientras subsistan las condiciones actuales del sistema político todo lo que se ofrece es pura paja porque el Estado seguirá capturado por los mismos de siempre, quienes tienen el absoluto control de la institucionalidad para que ésta únicamente sirva a sus aviesos fines de enriquecimiento sin límite, a expensas de las necesidades cada vez mayores y más sentidas de la población.

No habrá quién no ofrezca un cambio en la educación para mejorar la calidad, pero mientras no se aborde el tema, por ejemplo, de la influencia nefasta de sindicatos que negocian a espaldas de las necesidades de los educandos y que venden apoyo político a cambio de mejoras salariales sin considerar nunca, ni por asomo, la mayor dedicación a los alumnos y su formación, nada va a cambiar seriamente en el país en ese sensible campo.

Se hablará de seguridad, sin duda alguna, pero mientras nuestro Sistema de Justicia siga cooptado por quienes maniobran en las Comisiones de Postulación para garantizar impunidad, no podemos esperar cambios significativos porque a falta de justicia tendremos más violencia y la impunidad alienta a los criminales a continuar cometiendo sus fechorías.

Y así podemos seguir enumerando la triste problemática del país, esa que obliga a la gente a migrar desesperadamente, porque en la raíz de todo está el perverso sistema que prostituyeron con el financiamiento electoral, el que abre las puertas a todas las formas posibles de corrupción.

Los defensores del sistema lo entienden y por ello centran su empeño en marginar candidaturas que puedan ponerlo en riesgo y finalmente el debate debe ser sobre quién o quiénes están en disposición de librar la madre de todas las batallas para sanear nuestro modelo y emprender la ruta de una reforma que devuelva al Estado su sentido de ser como promotor del bien común y no de negocios y privilegios para los que, vía el financiamiento, se adueñan de todo y son los únicos merecedores de atención.

Redacción La Hora

post author
Artículo anteriorEs la corrupción, estúpido
Artículo siguienteEasyJet dice que la incertidumbre por el ‘Brexit’ conlleva un demanda aérea «más débil» en Europa