Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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Como indiqué en mis columnas anteriores, el llamado milagro chileno es más conocido por las medidas que tomaron los Chicago Boys para liberalizar la economía que por las políticas sociales que acompañaron dichas medidas económicas, siendo a mi criterio la más importante de ellas, la erradicación de la desnutrición crónica infantil de la niñez chilena ejecutando un plan sistematizado que logró, para principios de la década de los 90 desaparecer la desnutrición moderada y grave en el país, dejando una tasa de 7.7% de desnutrición crónica leve.

En el campo de la educación se obligó a los maestros de educación primaria y secundaria a tener formación universitaria, así como la descentralización de la educación pública, permitiendo a las municipalidades administrar las escuelas en sus comunas, logrando así que cada gobierno local pudiera manejar sus propios recursos y atender sus propias necesidades educativas.

En cuanto a la corrupción, es innegable que Chile no escapa de este mal. Sin embargo, es uno de los dos países de América Latina, junto con Uruguay, mejor puntuados en el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, y esto se debe a que en el país existe una cultura de rechazo hacia las prácticas corruptas. También tienen un importante sistema de pesos y contrapesos que además de los poderes Ejecutivo, Legislativo (bicameral) y Judicial, cuentan con un Ministerio Público, un Tribunal Constitucional, una Contraloría General de la Republica y un Tribunal Calificador de Elecciones, todos entes autónomos e independientes de los demás poderes del Estado, que les permiten controlar y sancionar (si se actuó al margen de la ley) a los políticos y funcionarios públicos que los gobiernan. Esta separación de poderes viene de la Constitución Política de Chile aprobada en 1980 y puesta en vigor desde 1981.

Todos los logros anteriores fueron previos al inicio de la era democrática en Chile, es decir, se lograron durante la dictadura de Pinochet, lo que evidencia claramente que las políticas públicas y sociales acompañaron a las medidas de liberalización de la economía chilena. El resultado de esta colusión de políticas económicas, sociales y públicas que producen resultados extraordinarios se llama sinergia. Es obvio que Chile no hubiese podido contar con un crecimiento económico sostenido durante décadas, solamente tomando medidas económicas, y dejando de lado las políticas públicas que propiciaran un sistema político con los suficientes contrapesos e instituciones para minimizar los actos de corrupción de funcionarios de gobierno, y las políticas sociales que permitieron erradicar problemas tan serios como la desnutrición crónica infantil y lograr tasas de escolaridad similares a las de países del primer mundo.

Guatemala es un claro ejemplo de un país que ha tomado medidas para liberalizar la economía, pero no han tenido un acompañamiento de políticas públicas y sociales diseñadas para minimizar la corrupción y mejorar nuestro capital humano. Los resultados están a la vista: Chile va en camino de ser un país de primer mundo y Guatemala no.

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