Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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El costo de oportunidad se define como el valor de la mejor opción no realizada o ejecutada al elegir un bien o servicio. Es un concepto al que nos enfrentamos todos los días sin tener conciencia de ello. Por ejemplo, si una persona tiene disponible Q100 mil puede decidir entre ponerlos en un depósito a plazo fijo a una determinada tasa de interés, o bien comprarse un automóvil nuevo. Si opta por el automóvil, su costo de oportunidad serían los intereses generados por el certificado en el que no invirtió, y los mismos deben ser comparados con el beneficio que le brinda el vehículo, menos sus costos de operación (gasolina, mantenimiento, seguros, etc.).

Nuestros gobernantes enfrentan también este tipo de decisiones todos los días cuando deciden en qué gastarán el Presupuesto de Ingresos y Egresos del Estado. Hago la consideración de que un buen gobernante, no lo que tenemos, debe cumplir con el mandato para el cual fue electo, es decir, debe utilizar los recursos disponibles para atender las necesidades básicas de la población (nutrición, salud y educación) y generar las condiciones para que nuestro país pueda prosperar económica y socialmente (certeza jurídica, horizontal accountability, seguridad e infraestructura de calidad). El costo de oportunidad que tiene Guatemala, como nación, de no invertir los recursos necesarios en los rubros que merecen mayor prioridad, es altísimo y las consecuencias serán graves y las lamentarán nuestras futuras generaciones.

Las sociedades desarrolladas son desarrolladas precisamente porque han invertido una importante cantidad de recursos económicos en potenciar su capital humano, asegurando que desde antes de su nacimiento los niños tengan la debida nutrición, cuidado materno y salud para que puedan desarrollarse física, mental y emocionalmente en todas sus capacidades. Invierten también cantidades significativas para tener sistemas de primer nivel en salud pública y en educación escolar y universitaria, de tal forma que cuentan con una cantidad importante de mano de obra calificada para ofrecer a inversionistas locales y extranjeros que deseen realizar inversiones en dichos países. En nuestro caso, al contrario de lo que ocurre en países desarrollados, no se realizan inversiones significativas en capital humano. La evidencia es clara, uno de cada dos niños guatemaltecos padece desnutrición crónica infantil irreversible, principalmente en el área rural, tenemos al menos 1.5 millones de niños fuera del sistema educativo, con una tasa neta de escolaridad de 56%, se tiene un médico por cada 348 habitantes en el departamento de Guatemala y un médico por cada 11 mil 489 habitantes en el interior del país.

El no priorizar recursos de forma inmediata para atender los problemas planteados con anterioridad causará que nuestro país no ofrezca a corto, mediano y largo plazo las condiciones para que inversionistas serios se interesen en nuestro país, al no ofrecer capital humano (que día con día se convierte en el activo más importante con el que cuenta cualquier organización a nivel mundial). Y que aquí lo hemos descuidado siempre. Ese es nuestro costo de oportunidad.

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