Bastó que Vladimir Putin le dijera a Donald Trump que no había interferido en las elecciones norteamericanas para que el mandatario de Estados Unidos decidiera aceptar su palabra y creerle, dejando en el aire a los servicios de inteligencia y a los investigadores de su país que desde los tiempos de Obama venían advirtiendo de esa interferencia. La lógica de Trump es muy sencilla, puesto que para legitimar su triunfo tiene que sostener que cualquier investigación sobre el papel de los rusos es una cacería de brujas y al darle todo el crédito a Putin (quien desde luego no iba a decir que sí había interferido) cree que resolvió su problema.

Sin embargo, las reacciones en Estados Unidos han sido muy fuertes, aun de republicanos, por considerar que Trump desempeñó el peor papel de cualquier Presidente norteamericano en una cumbre presidencial, en cualquier circunstancia, no digamos con el principal enemigo de ese país. Luego de haber declarado sus enemigos a los países de la Unión Europea, Trump se echó literalmente en los brazos de Putin, evidente y amplio ganador tras la cumbre que será sin duda el peor momento de la Presidencia actual.

Especialmente duro fue el mensaje de John McCain, viejo senador que padece de cáncer y que es respetado por su sufrimiento como prisionero de guerra en Vietnam, quien no tuvo empacho en condenar en los términos más fuertes posibles la actitud del Presidente de Estados Unidos y a él se han sumado ya varios miembros del mismo partido republicano que sienten vergüenza por la forma en que se comportó el mandatario, quien se puso de alfombra de un hábil y muy astuto Putin que con solo la realización de la cumbre ya había ganado mucho, pero que tras el encuentro sale muy fortalecido.

Putin es un dictador que no ha vacilado en invadir otros países ni en mandar al otro potrero a sus enemigos políticos, y Trump le dio un trato que lo eleva a la categoría de respetado estadista. Nunca cuestionó sus actos violatorios de derechos humanos y consideró una “gran oferta” la propuesta que hizo el mandatario ruso de enviar investigadores suyos a Estados Unidos para investigar acciones de espionaje contra su país.

El tono de los comentaristas norteamericanos era de absoluta frustración porque sienten que su país fue pisoteado y no por el enemigo, sino por el mismo Presidente que públicamente dio más crédito a las palabras de Putin que al trabajo de años de investigación de agencias como el FBI o la CIA cuyos agentes quedan desmoralizados.

Redacción La Hora

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